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Empiezo á comprender. Pero, querido amigo, ¿vamos á echarnos á perseguir á Jenny Hawkins? La empresa podría llevarnos lejos si la moza está recorriendo el mundo. Tranquilícese usted. No se trata, por ahora, de viajar. Eso vendrá, acaso, más tarde. Jenny Hawkins tiene que venir á Londres y no puede escapársenos.

¡Caray! ¡si lo sabré yo! repitió el maestro Durand casi ofendido de la pantomima del antiguo grumete. Vamos, vamos, tranquilícese usted repuso éste , no es al cura a quien ha hecho esta donación. Aquí una pausa, y la extrañeza del maestro Durand se manifestó por un excesivo enarcamiento de sus cejas y por la absorción de un glorioso vaso de vino. Es dijo Grano de Sal , a la sobrina del cura, ¡eh!

Padre, por Dios, por Nuestra Señora del Amor Hermoso, tranquilícese usted.... Está aquí doña Petronila, está un señor sacerdote.... Será tu don Custodio... el que te me ha robado... el majo del cabildo... ¡ah, barragana, si os cojo a los dos!... ¡Jesús, Jesús! vámonos de aquí gritó doña Petronila buscando la escalera.

«Antes de las doce estará todo hecho. Tranquilícese usted... Para estas cosas me valgo yo de un amigo que es un lince... Sigilo, actividad, entendimiento, todo lo tiene; y despacha estos encargos en un decir Jesús».

Así lo ha ordenado mi yerno, que, desde hace una semana, nos anuncia su llegada diariamente. Así, pues, ¿hace una semana que vive aquí el señor de Castelnau? pregunté a la Vizcondesa, la cual, adivinando la idea que me preocupaba, se apresuró a contestarme: Tranquilícese usted. Ya conoce usted a mi hija.

, señor, anda... ¡Será el Magistral, el ladrón, el rapavelas, el que me ha despojado... y vendrá a burlarse... oh, si yo me levanto!... ¿pero usted qué hace que no les balda a palos? Fuera de mi casa.... La justicia... ¿ya no hay justicia? ¿no hay justicia para los pobres? Tranquilícese usted, que no es el Magistral.

EUSTAQUIO. Si es el Ocervo que yo me imagino, le vencerá desde el primer encuentro... En fin, tranquilícese... Yo me las apañaré para que no resulte mas que herido. ¿Dónde se bate usted...? EL SE

No te enfades, Francisca exclamé, echándome a reír... No te he oído nunca decir las palabrotas de que habla el señor Dormal... No se trata de ti. , , sabes bien que todas esas frases sobre la camarada me dan en pleno estómago. ¡Ah! el muy idiota... ¿Tu estómago?... No, ese capitán del diablo. Vamos, Francisca, tranquilícese usted dijo la de Ribert.

Precisamente el pobre Sr. Rufete está sufriendo ahora una crisis bastante peligrosa». La del ruso cruzó las manos, y miró al techo. «El señor facultativo está haciendo ahora la visita... Le hablaremos, veremos lo que dice. Si él consiente... Pero no lo consentirá. No conviene que usted vea a su señor padre ahora. Más tarde... Siéntese usted, tranquilícese.

Me agradaría eso tanto más insistió Delaberge por cuanto he de hablar con él de ese asunto de los bosques... Se volvió hacia Miguelina y con voz en que vibraba una sentida súplica añadió: Tranquilícese, señora Princetot, no molestaré mucho tiempo a su hijo... ¡No me niegue el placer de hacer el camino en su compañía durante los últimos momentos que he de pasar en Val-Clavin!...