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Si Diego de Rivera hubiera desempeñado sus encargos con mas prevision, con otro amor, ó con mas humanidad; repitiendo los auxilios con las embarcaciones de su mando, se hubieran fijado aquellas poblaciones; ó por lo menos no se hubieran perdido tan leales y desgraciados españoles: pero su inconstancia, y el ningun sufrimiento á los trabajos, hicieron inutiles los esfuerzos del Rey, y sacrificaron á estos infelices.

Refiriéndose solamente a las circunstancias exteriores de la catástrofe, contaban todos que el Príncipe había vuelto a la villa dos días antes, después de una ausencia de algunas semanas; que la señora se había levantado esa mañana más temprano que de costumbre y había permanecido como una hora en el terrado, mientras su compañero trabajaba en el escritorio, con una dama que había llegado como a las nueve; que antes del almuerzo la Condesa había enviado a la ciudad, con unos encargos, a Julia, la doncella italiana que tenía desde hacía largo tiempo; que, cuando ya iba el almuerzo a ser servido, el disparo había hecho estremecer a todos: que del segundo piso, donde estaban las habitaciones de los patrones, se había lanzado el Príncipe al piso bajo como un loco, pidiendo que se llamara a un médico, y que todos habían subido precipitadamente al cuarto de la Condesa, donde la extranjera, después de intentar en vano socorrer a aquélla, había tratado, igualmente en vano, consolar al desesperado Príncipe.

Abajo veréis el Oratorio, que, según noticias y por encarecidos encargos míos, se conserva bien y servible. Si hallamos cura, nos dirá la misa en él; si no, iremos a oírla a la Colegiata, que no está lejos... si el tiempo lo permite; porque si no lo permite, con la buena intención cumplimos. Nieves lo miraba todo hasta con voracidad, y escuchaba a su padre delectadísima.

«Más cuenta le tiene afirmó Juliana mandarle para su tierra. Luejos, luejos dijo Almudena . Dir nos Hierusalaim. No está mal. 'De Madrid a Jerusalén, o la familia del tío Maroma.... Bueno, bueno. A otra cosa, mujercita mía, no pegues y escucha. No he podido hacer tus encargos, porque... te digo que no pegues. Porque te has ido al billar, granuja... Sube, sube, y ajustaremos cuentas.

¿Tienes inconveniente en jurar que cumplirás mis encargos? Ninguno. Pues bien. ¿Juras que reconocerás como pariente a mi hija María de Aguirre, siempre, digan lo que digan, y que la favorecerás con todos tus medios? , lo juro. ¿Juras que entregarás esta carta a Juan Machín, el minero, dentro de un año o antes si las circunstancias te obligan a abandonar Lúzaro? Lo juro.

Se le pueden confiar los encargos más importantes con la certeza de que serán ejecutados en conciencia. Yo dijo Sofía Jansien en tono ruidoso y duro no conozco más que un confidente discreto, el fuego. ¡Ja, ja, ja! Esta señora tiene un modo de reír que rompe los vidrios. Lautrec continuó: , cuando uno muere, lo que posee más secreto debe ser entregado al fuego.

Sebastiana, que había acogido las primeras palabras como si las escuchase mal, por parecerle inauditas, al oir que le recomendaban ser discreta, olvidó su asombro para afirmar vehementemente que la patrona podía estar tranquila en cuanto á la prudencia con que ella acostumbraba á cumplir los encargos. Salió de la casa, marchando á toda prisa hacia el boliche.

En el primer momento, la de Ribert quería devolver la carta y rogar al señor... no, no puedo escribir su nombre... que hiciese sus encargos él mismo, pero le supliqué que salvase mi amor propio y aceptase la misión que se le confiaba.

Escríbeme; mira que estoy dispuesta a ir hasta el rancho de los Cedros a encontrar al mozo, para que me las cartas y los encargos. ¡Imagínate qué pena tendré si no me escribes! Ya es muy tarde: acaban de dar en el reloj de la sala las doce de la noche, y no puedo seguir escribiendo.

Luego la seguía con gritos de alegría hasta la plazoleta donde se alzaba la casa de D. Félix. Huyósele á éste por completo la tristeza del alma al escuchar las esquilas y los mugidos de su ganado. Salió á la puerta con faz sonriente y comenzó á examinar sus vacas y á charlar animadamente con los dos zagalones que las conducían, haciéndoles mil preguntas y encargos.