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Pero, en fin, que hiciera de sus bienes lo que se le antojara, poco me importa; sólo que no tenía necesidad de echarnos a su hija en los brazos. Pero... ya está muerta observó el señor Hellinger. , ya está muerta replicó su esposa juntando las manos.

Sus compatriotas, antiguos compañeros de miseria, le admiraban al verle vestido como un rico y ocupando muchas veces un carruaje de los príncipes. Su condición de maestro la consideró poco honrosa para un antiguo guerrero, y decía modestamente: Soy ahora el ayudante de campo del general Saldaña. Creo que no tardaremos en echarnos otra vez al monte.

Cierto dijo la tía María que el hombre es un viajero; pero si llega a un lugar donde se encuentra bien, debe decir como Elías o como San Pedro, que no estoy cierta: «bien estamos aquí: armemos las tiendas». Si va usted a echarnos a perder la noche dijo Dolores con hablar de viaje, creeremos que le hemos ofendido o que no está aquí a gusto.

»Al entrar en el parque oímos la voz de la señora Braun que nos llamaba con insistencia. Detúvose Magdalena y volviéndose hacia me dijo: » ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué diremos ahora? »La señora Braun, que acababa de echarnos la vista encima, venía corriendo hacia nosotros.

Adoptando la índole del país en que se hallaba, vivía al día, o como dicen los franceses, au jour le jour, y como en otros términos le aconsejara su buena patrona la tía María, diciendo que el día de mañana no debía echarnos a perder el de hoy, y que de lo sólo que se debía cuidar era de que el de hoy no nos echase a perder el de mañana.

La estrechez del baroto no permitía echarnos, obligándonos á conservar posturas irreconciliables con el descanso; y no hay nada más molesto que estar completamente rendido y falto de sueño, y, sin embargo, no poder dormir. Cincuenta veces por hora preguntamos al patrón si faltaba mucho, y siempre tuvimos por contestación su invariable malayo po.

Empiezo á comprender. Pero, querido amigo, ¿vamos á echarnos á perseguir á Jenny Hawkins? La empresa podría llevarnos lejos si la moza está recorriendo el mundo. Tranquilícese usted. No se trata, por ahora, de viajar. Eso vendrá, acaso, más tarde. Jenny Hawkins tiene que venir á Londres y no puede escapársenos.

Nosotras queremos mucho a usted, como buenas amigas; pero no le queremos tanto para que por usted nos sacrifiquemos; si seguimos recibiéndole nos tendrán por unas perdidas, y hasta serán capaces de echarnos del lugar. A Juanita le divierte mucho la conversación de usted; pero yo no quiero conversación que a nada conduce y que nos puede salir muy cara.

Los Cários, hasta entonces nuestros amigos, tenian gran gusto en vernos reñir, y trataron de matarnos á todos, ó echarnos de la provincia. Toda la provincia de los Cários con otras, y los Agaces, se levantaron contra nosotros; por lo cual, precisados, volvimos á la union primera, é hicimos paz con los Yapirús y Nagases, naciones que tendrian 5,000 indios de guerra.

Ninguna tiene valor para deslizarse ante el imponente areópago. La otra noche le propuse por medio de intérprete a una de esas rubias que pasásemos juntos ante los «pingüinos», creyendo enorgullecerla con este sacrificio y que me lo gratificase después. Pero la pobrecita casi palideció de miedo: «Nein... nein», como si le hubiese propuesto echarnos de cabeza al mar.