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El sistema, como se ve, no puede ser, ni más exacto ni más sencillo. Mientras se leen nombres y números, hagamos nosotros algunas observaciones sobre las quintas en Filipinas. Alrededor del tribunal, no veréis esa multitud impaciente y anhelante, que con gran zozobra espera oir su nombre. En el hogar, ni llora la madre, ni reza la abuela, ni suspira la novia, ni calcula el padre.

8 Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se levantó, y dijeron: Ninguno de nosotros irá a su tienda, ni nos apartaremos cada uno a su casa, 9 hasta que hagamos esto sobre Gabaa: que echemos suertes contra ella;

Dispense usted, caballero dijo dirigiéndose a , que le hagamos testigo de estas pequeñeces: confío en que nos guardará el secreto y no nos sacará a relucir en alguna comedia. Tomó mi brazo, hizo que me sentara en la mesa a su lado y durante la comida estuvo grosero con todos menos conmigo. No obstante, debo advertir que sus inconveniencias tenían por principal blanco a su suegra.

Yo debo estar todavía en el vagón, es decir, allí estará mi cuerpo, pero mi alma se escapó y sueña tales tonterías... a la fuerza. No qué tenga de particular cuanto a usted acontece: antes tiene mucho de vulgar y sencillo. Se queda atrás su marido de usted; y yo, que por casualidad la encuentro entonces, la acompaño hasta que él venga. Ni más ni menos. No hagamos novela.

¡Mi majestad!... ¡Pero si estamos solos, Margarita, si estamos solos! ¡Siéntate aquí al lado mío! Vengo á que hagamos las paces. La reina se sentó al lado del rey, pero con tiesura, con el semblante nublado y sin mirar á Felipe III. ¡Lo que yo digo! ¡eso, eso es! exclamó con impaciencia el rey ; ¡yo soy lo último de todo! ¡Señor! dijo la reina con dignidad.

Hagamos por sobre la mar, a sangre y a cariño, lo que por el fondo de la mar hace la cordillera de fuego andino». En esta carta dejó Martí mucho de su alma llena del himno glorioso de la naturaleza y de la íntima majestad de lo divino.

Nunca he estado mejor dijo Rubín, sintiendo que la timidez le ganaba otra vez. No hagamos simplezas... Hace un frío horrible. ¡Qué año tan malo! ¿Creerás que anoche no pude entrar en calor hasta la madrugada? Y eso que me eché encima cuatro mantas. ¡Qué atrocidad! Como que estamos entre las Cátedras de Roma y Antioquía, que es, según decía mi Jáuregui, el peor tiempo de Madrid. v

8 Porque el que siembra en su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra en el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. 9 No nos faltemos, pues, de hacer bien; que a su tiempo segaremos, si no hubiéremos faltado. 10 Así que, entre tanto que tenemos tiempo, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. 11 Mirad qué larga carta os he escrito de mi mano.

Con tal de que lo hagamos bien nos haremos ricos. ¡La señal es un disparo! ¡Aprieta, aprieta! murmuró Camaroncocido sacudiendo los dedos; allá el General, y aquí el P. Salví... ¡Pobre país!... Pero ¿y á qué? Y encogiéndose de hombros y escupiendo al mismo tiempo, dos gestos que en él eran los signos de la mayor indiferencia, prosiguió sus observaciones...

Ha, ha, murmuró el holandés, treinta mil duros no le cuestan nada á este hombre; sin duda que en los dos carneros lleva inmensos tesoros: no insistamos mas; hagamos que nos pague los treinta mil duros, y luego verémos. Vendió Candido dos diamantes, que el mas chico valia mas que todo quanto dinero le habia pedido el patron, y le pagó adelantado.