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Después, marchando adelante en fila, nos abrimos camino con dificultad a través de las altas malezas, pastizales, gigantes helechos y enmarañadas trepadoras, avanzando lentamente hacia el puente señalado.

¡Ay dijo a esta sazón el jadraque , si han de ver mis ojos, antes que se cierren, libre esta tierra destas espinas y malezas que la oprimen! ¡Ay, cuándo llegará el tiempo que tiene profetizado un abuelo mío, famoso en la astrología, donde se verá España de todas partes entera y maciza en la religión cristiana, que ella sola es el rincón del mundo donde está recogida y venerada la verdadera verdad de Cristo!

El sendero tan pronto se acercaba a la torrentera, llena de malezas y de troncos podridos de árboles, como se separaba de ella. Los soldados caían en este terreno resbaladizo. A cierta altura, el torrente era ya un precipicio, por cuyo fondo, lleno de matorrales, se precipitaba el agua brillante. Mientras marchaban Martín y Briones a caballo, fueron hablando amistosamente.

El montón de ramas con que la tapamos debía estar aquí, y no lo veo. ¿Será posible? exclamó Van-Stael palideciendo. Adelantóse; examinó con gran atención el lugar en que se encontraban, entreabriendo las malezas, y acabó lanzando una exclamación de ira. ¡Infames! ¿La han robado? preguntaron acercándose Hans, Cornelio y Van-Horn.

En la época en que visitamos Magallanes no existía en aquel lugar de actividad más que soledad y compactas malezas que medio ocultaban los carcomidos pilotes que en otros tiempos sostuvieron las quillas de cientos de barcos.

El resplandor de la mañana aumentaba rápidamente; el horizonte se enrojecía; nubes sonrosadas comenzaron a aparecer en el cielo, y el disco del sol salió del fondo del mar. Por entre las zarzas y malezas de Frayburu, en donde yo estaba tendido, escaparon una porción de pajarracos y de gaviotas. Todo el mar iba iluminándose.

El Sultán corrió todos aquellos laberintos de verduras y malezas sin hallar más que algún pájaro que revolaba entre las ramas o alguna tímida liebre que se deslizaba entre la hierba. En tanto volvió en y se miró solo, pues sus cortesanos en vano le habían querido seguir en su rápida y pesquisidora excursión.

Pasando Febrer de la obscuridad de su habitación a la difusa claridad de la luz sideral, vio la mancha de las malezas en torno de la torre, más allá la confusa blancura de la alquería, y enfrente la giba negra de los montes cortando un cielo cargado de palpitaciones de estrellas. Esta visión sólo duró un instante: no pudo ver más.

Pero la mayor dificultad y trabajo fué pasar las tropas de caballos, bueyes y vacas, que eran mas de 3,000; porque como el arroyo era rápido, y poblado en el medio de muchas malezas y arbolillos, á los que nadaban, ó del todo los arrebataba, ó los enredaba, y tambien los sorbia y ahogaba.

Detrás de ella extendíase un jardín en el que crecían entremezcladas y en desorden todas las plantas de la creación y sin que nadie se preocupara de ellas. Creo que no había recuerdos en memoria humana, de que se hubiera visto nunca por allí, un jardinero que podase los árboles o arrancase las malezas, que brotaban a gusto, sin que ni a mi tía ni a mi se nos ocurriese ocuparnos de ello.