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¡Son habanas; éstas se lavan y pa : u sin lavarlas! dijo sonriendo Pachín. Entonces pa , pa mezclar. ¿Y , que has pescao? Mira. El Guarro vació entonces todo el contenido del talego, y sobre las losas de la acera quedaron desparramados cien objetos imposibles de definir.

Los jesuítas, con su astucia, adivinaron que había que dar al culto una atracción teatral, mezclar la liturgia con la opereta, y por eso sus iglesias, doradas, alfombradas y floridas como tocadores, se ven llenas, mientras las viejas catedrales suenan a hueco como tumbas.

No tenían minas ni fábricas, no eran dueños de empresas industriales, no explotaban al trabajador, ¿por qué, pues, iban contra ellos? ¿No era natural que dejasen en paz á los sacerdotes y se lanzaran únicamente contra los ricos? ¿A qué mezclar la religión en las cuestiones del trabajo?...

Lejos de ello, sólo dejaba los cántabros para mezclar a sus sucesores en la epopeya de Covadonga o en los líos de los «Bandos» de Castilla; y ya puesto aquí con los ditirambos a sus ínclitos «antepasados», recorría con ellos las cinco partes del mundo, hasta no saber por dónde se andaba, ni yo tampoco.

«Para disolver algún bulto en el interior del estómago se saca tres pedazos de las enredaderas Balogo y se pone al fuego, y cuando ya están bastante tiempo, se pila y bien machacado se esplime y el jugo se da de tomar al enfermo. «Para cortar los pujos se debe sacar hojas de la yerba Santo Angel y se pila y después de mezclar clara de huevo se aplica en la barriga y espalda.

Tomará la vida por el lado fácil y brillante. En tal caso aconséjele que viva sin ambiciones, porque las que tendría serían de la peor especie. Y dígale además, que no tiene otra cosa que hacer en el mundo sino ser feliz. Sería imperdonable introducir quimeras en satisfacciones tan positivas y mezclar lo que usted llama ideal con apetitos de pura vanidad.

Pero de una Francesca á quien Paolo no ve sino en sueños; de un poema de dos amores sin esperanza; el amor de él y el amor de ella, separados siempre y siempre paralelos, como dos ríos que cruzan á todo lo largo un mismo valle de lágrimas, sin mezclar nunca sus corrientes.

De estos y otros datos se prevale un escritor francés para mezclar entre el gran caudal de poesía que respiran sus obras, un sinnúmero de vulgaridades, por no calificarlas de otra manera, al ocuparse de Marianas.

¡No diga usted eso! prorrumpió Vérod, fijando una mirada entre humilde y ardiente en el rostro del magistrado. ¡No diga usted eso!... Yo no , no puedo decir a usted lo que sentí... , tal vez, esa idea, y otras menos definibles, ocupaban mi mente: pero yo la amaba, veía que ella pensaba en , que sufría por , y huir, dejarla sola, no decirla el ímpetu de mi gratitud, de mi ternura, de mi compasión; no decirla que temblaba por ella, que quería morir por ella, no mezclar mis lágrimas con las suyas, ¡eso era imposible!

La niña se alejó cantando á lo largo de la corriente del arroyuelo, tratando de mezclar algunos acentos más alegres á la melancólica cadencia de sus aguas.