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Me salió bien la cuenta. Al amparo de la ficción, detrás de mi broquel de niña candorosa, mis malicias de mujer precoz escudriñaban todo el campo de batalla y conocían hasta las intenciones del enemigo, sin que el tiroteo de su obligado tributo de lisonjas y de galanterías me causara el más leve daño con las que de ellas eran necias o impertinentes.

Alzando verdes palmas Tejidas con el lirio, La gloria y el martirio Reciba su ovacion; Y alzando patrios himnos Que vuelen por los aires, Levante Buenos Aires Su invicto pabellon. Libertad, sube á tu trono De la gloria en el broquel, Agitando nobles palmas, Coronada de laurel.

El loco amor al lujo y las comodidades eran los puntos débiles de Isidora; su necesidad la brecha por donde la atacaban, prometiendole villas y castillos; pero no obstante estas desventajas, resistía batiéndose con el arma de su orgullo y amparada del broquel de su nobleza.

Esclava Buenos Aires Gemía en desconsuelo, Cuando brilló en el cielo De libertad el sol, Y entre flotantes nubes El astro colocando, Dijo, su sien orlando: «¡Mirad mi pabellonLibertad, sube á tu trono De la gloria en el broquel, Agitando nobles palmas, Coronada de laurel.

Ni se diga por eso que faltaban juegos y recreos de la clase que los colonos habían presenciado muchos años atrás, en las ferias campestres de Inglaterra, en los que acaso tomaron parte, y consideraban sería conveniente conservar en estas nuevas tierras; por ejemplo, se veían luchas á brazo partido, de diferentes clases, aquí y allí en la plaza del mercado; en una esquina había un combate amistoso al garrote; y lo que más que todo llamaba la atención, en el tablado de la picota á que ya se ha hecho referencia varias veces en estas páginas, dos maestros de armas comenzaban á dar una muestra de sus habilidades con broquel y espadón.

Dando de alarma el grito Con eco poderoso, El pueblo generoso La espada desnudó; Y destrozó cadenas, Y derribó coronas, Y en las opuestas zonas Laureles conquistó. Libertad, sube á tu trono De la gloria en el broquel, Agitando nobles palmas, Coronada de laurel.

Mas esto probaba, por el contrario, un profundo conocimiento de aquel terreno que pisaba, en que cualquier cintajo honorífico aseguraba el respeto y las consideraciones debidas a un personaje. Era una precaución prudentísima, una especie de broquel con que se resguardaba el viajero de mil impertinencias para todos molestas y para él tal vez peligrosas.

Seguro estoy dijo este a su prima de que mi tía me hace la honra de llamarme para tener la satisfacción de echarme una peluca. Ya veo despuntar un sermón entre sus labios apretados, una filípica en su nebuloso entrecejo y una reprimenda de a folio, a caballo sobre su amenazante nariz. Pero... ¡qué feliz ocurrencia! Voy a armarme de un broquel.

Oh, don Malicioso, ¿e non sabedes que el jaco de malla, e la cota, e el broquel, e el montante, e otros arrequives de tal guisa, algún tanto empescen e perturban los miembros? Más aosadas que el ánimo, más despejado va que nunca, e resuelto a todo. Más dígame, dómine Tomillas, ¿traedes el discante y la letra para cantar? traigo.

Libertad, sube á tu trono De la gloria en el broquel, Agitando nobles palmas, Coronada de laurel. Como la flor hermosa De cáliz recojido, Que se abre al estallido Del rayo destructor, La Patria, al ronco estruendo Del rayo de la guerra, En Mayo dió á la tierra Su aroma y esplendor. Libertad, sube á tu trono De la gloria en el broquel, Agitando nobles palmas, Coronada de laurel.