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Allá en sus mocedades había dirigido dos cartas a un periódico semanal que se publicaba en Lancia, titulado El Otoño, con motivo de las fiestas anuales que en Sarrió se celebran en el mes de septiembre. Estas cartas leyéronse con fruición en la villa y le valieron no pocos plácemes.

Rodeado de Tiburcio, Cartagena, Fray Blas y otros, se hallaba Morsamor presenciando aquella maniobra y recibiendo plácemes, cuando a deshora apareció una rubia y majestuosa dama, vestida de luto, y se arrojó en los brazos de Morsamor y cubrió su rostro de besos, exclamando entusiasmada: ¡O givia ed orgoglio del mio core! ¡O coraggioso mio drudo!

Le felicitó Ojeda agresivamente por su buena fortuna, y Maltrana, con la ceguera del hombre amado, aceptó ingenuamente estos plácemes venenosos... ; estaba contento de la vida. Alguna vez le había de tocar a él. Bien que no soy gran cosa dijo con falsa modestia; pero así y todo, alguien se ha fijado en . A veces tiene éxito la fealdad.

El autor se sintió abrazado y tuteado por una porción de sujetos con quienes jamás en la vida había cambiado un saludo. El gran dramaturgo Estévanez recibía casi tantos plácemes como Tristán por haber descubierto a aquel muchacho y ponerle en el camino de la celebridad. Realmente el viejo se sentía contento y se mostraba orgulloso de haberle adivinado.

Un rato después llegó su vecino, el peletero Samuel. Ben-Tovit le enseñó su nuevo asno, y, lleno de orgullo, escuchó los plácemes de Samuel a propósito del cuadrúpedo. Después, a ruegos de Sara, que era muy curiosa, se dirigieron los tres al Gólgota, a ver a los crucificados.

Olvidado éste de sus trabajos políticos y en pasiva rebeldía contra su madre, que apenas si le hablaba, llegó el domingo de su elección. Triunfo completo. Ya era diputado. Pasó la noche estrechando manos, recibiendo plácemes, aguantando serenatas, y a la mañana siguiente corrió a la casa azul par recibir la irónica enhorabuena de Leonora. Lo celebro mucho dijo la artista.

Entre los jóvenes reunidos los había optimistas como Isagani y Sandoval que veían la cosa hecha y hablaban de plácemes y alabanzas del gobierno para el patriotismo de los estudiantes, optimismos que le hacían á Juanito Pelaez reclamar para gran parte de la gloria en la creacion de la sociedad.

JULIA. Gracias por sus plácemes; los adoro cuando son sinceros. DORA. ¡Además había oído hablar de usted...! JULIA. ¡Ah! ¿Quiere decirme a quién...? DORA. A una amiga que desea permanecer desconocida. Una amiga anónima, ¿verdad? DORA. ¡Algo parecido! JULIA. Dará usted las gracias a su amiga, puesto que me proporciona una discípula tan agradable... DORA. En cuanto al precio...

Por fin, a eso de las cuatro fueron desfilando, teniendo la desposada que oír los plácemes empalagosos que le dirigían, confundidos con bromas de mal gusto, y contestar a todo como Dios le daba a entender. La tarde pasola Maxi muy mal; le dieron vómitos y se vio acometido de aquel hormigueo epiléptico que era lo que más le molestaba.

En un instante se formó círculo en torno del joven, quien se apresuraba a contestar con efusión a los plácemes, abrazos y apretones de manos que de todos sitios le venían. Los marineros, las mujeres del pueblo tomaban parte en aquellas manifestaciones de cariño lo mismo que los señores. No se oían más que exclamaciones de admiración y alegría.