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Camello, decía el cosmos es decir, el diccionario ; y Belarmino veía, en efecto, brotar de la página el dicho cuadrúpedo rumiante, aunque muy mermado de proporciones, y salir andando despaciosamente por el piso; pero a los pocos pasos, el perfil de la bestia, ya de suyo sinuoso, se deformaba más todavía, evolucionaba, se transformaba; el animal se ponía en dos pies, aparecía vestido con uniforme; la cabeza, sin perder la expresión primitiva, tomaba rasgos humanos; las jorobas se convertían en alforjas, que colgaban al pecho y espalda, y de una de las bolsas salía un gran cartapacio.

Todo el mundo anda en coche cuando se ve obligado a salir, y el pueblo tiene por vehículo un burrito microscópico, sobre el cual el jinete va sentado, con los pies apoyados en el pescuezo y animándolo con un pequeño palo cuya punta, ligeramente afilada, se insinúa con frecuencia en el anca escuálida del bravo y paciente cuadrúpedo.

Era la yegua. El cuadrúpedo no tenía, en realidad, bonita estampa. Nada notable ofrecía desde su romo hocico hasta sus alzadas ancas, y desde su arqueado espinazo, oculto por las raídas y tiesas machillas de una silla mejicana, hasta sus gruesas, derechas y huesosas piernas, no tenía una sola línea de la gracia y noble aspecto que distingue a su especie.

Pero Choto dio unas cuarenta vueltas en torno de él, soltando de su espumante boca, unos al modo de insultos que después parecían voces cariñosas y después amenazas. Teodoro se detuvo entonces prestando atención al cuadrúpedo. Viendo Choto que se había hecho entender un poco, echó a correr en dirección contraria a la que llevaba Golfin. Este le siguió murmurando: Pues vamos allá.

Con el saboreo de aquellas noticias y de estas «seguridades», sin un astro visible en el cielo, la tierra envuelta en la más cerrada y tenebrosa de las noches, y empezando a lloviznar, me dejé sumir en la barranca que se abría a corta distancia del santuario, encomendando mi alma a Dios y mi vida al instinto del cuadrúpedo que me conducía.

El gitano, capitán, estaba probablemente disfrazado, pero yo estoy convencido de que ha muerto también. ¡Diablo de sangre, cómo mancha! dijo Santiago que quería sin duda desviar la conversación de un asunto tan delicado, y se interrumpió para limpiarse un ancho trazo de sangre que surcaba su vestido, último vestigio de la agonía del pobre cuadrúpedo.

Pablito caminaba serio, atento también a regir el brioso cuadrúpedo. De vez en cuando, no obstante, se dignaba sonreir ligerísimamente. Y este esbozo de sonrisa animaba tanto a las muchachas, que arremetían con más brío y gracia contra su compañero fidelísimo, el invicto Piscis. A la media legua próximamente, había un gran prado llano y hermoso que la carretera partía por el medio.

Es verdad dijo, después de un momento de reflexión, es realmente una especie de cuadrúpedo, algo tiene de animal, no puede negarse. Y frunció el ceño, como en dolorosa meditación de la ignorancia e imbecilidad del impopular Melín. Hace un tiempo bien triste, ¿verdad? añadió, engolfándose en la corriente del general sentimiento.

Pues Joaquín nos estaba contando el cuento de más chispa que... ¡Melín es un animal! interrumpió una voz seca. Un cuadrúpedo añadió otro, en tono sepulcral. Y el silencio volvió a reinar después de estas declaraciones. El viejo miró rápidamente en torno al grupo. Luego, su cara se transformó poco a poco.

Tío exclamó Hans, que había desembarcado en la isla ; te invito a almorzar. ¿Has descubierto algún cuadrúpedo? Creo que no, porque aquí no se ven más que pájaros. Y cocos que nos darán una bebida excelente. Que probaremos, Hans. Toma un hacha, viejo Horn, y vamos a proveernos de cocos. Hay pocos, señor Stael dijo el piloto . ¿Habrán venido los australianos a llevárselos?