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El perro, que había bajado, volvió gozoso llamado por la Nela, y la pacífica república de pajarillos volvió a tomar posesión de sus estados. A me causa horror este sitio dijo Pablo, tomando del brazo a la muchacha . Y ahora ¿vamos hacia las minas? , ya conozco este camino. Estoy en mi terreno. Por aquí vamos derechos al Barco.... Choto, anda delante; no te enredes en mis piernas.

Estas figuras son como las formas perceptibles que afecta el dolor cefalálgico, confundiéndose con los terroríficos bultos y sombrajos que engendra la fiebre. ¡Choto, Choto, aquí! dijo el ciego . Caballero, mucho cuidado ahora, que vamos a entrar en una galería.

Choto se metió por un agujero, como hurón que persigue al conejo, y siguiéronle el doctor y su guía, que tentaba con su palo el tortuoso, estrecho y lóbrego camino. Nunca el sentido del tacto había tenido más delicadeza y finura, prolongándose desde la epidermis humana hasta un pedazo de madera insensible.

Pablo y Marianela salieron al campo, precedidos de Choto, que iba y volvía gozoso y saltón, moviendo la cola y repartiendo por igual sus caricias entre su amo y el lazarillo de su amo. Nela dijo Pablo , hoy está el día muy hermoso. El aire que corre es suave y fresco, y el sol calienta sin quemar. ¿A dónde vamos?

Pero Choto dio unas cuarenta vueltas en torno de él, soltando de su espumante boca, unos al modo de insultos que después parecían voces cariñosas y después amenazas. Teodoro se detuvo entonces prestando atención al cuadrúpedo. Viendo Choto que se había hecho entender un poco, echó a correr en dirección contraria a la que llevaba Golfin. Este le siguió murmurando: Pues vamos allá.

Cuando los Golfines entraron en su casa, volviose a la suya don Francisco solo y triste, andando despacio y con la vista fija en el suelo. Pensaba en los terribles días de ansiedad y de esperanza, de sobresalto y dudas que iban a venir. Por el camino encontró a Choto y ambos subieron lentamente la escalera de palo.

Al poco rato dibujose la figura de la vagabunda en lo más hondo que se podía ver del horrible embudo. Choto, después de husmear el tragadero de la Trascava, subía describiendo las mismas espirales. La Nela subía también, pero muy despacio. Detúvose, y entonces se oyó su voz que decía débilmente: ¿Señor?... Que subas te digo.... ¿Qué haces ahí? La Nela subió otro poco.

A la misma hora Teodoro Golfín salía de la casa de Penáguilas. Llegose a él Choto y le dijo atropelladamente no sabemos qué. Era como una brusca interpelación pronunciada entre los bufidos del cansancio y los ahogos del sentimiento. Golfín, que sabía muchas lenguas, era poco fuerte en la canina, y no hizo caso.

No había concluido, cuando oyose el violento ladrar de un perro, y después una voz de hombre, que dijo: Choto, Choto, ven aquí. ¡Eh! gritó el viajero . Buen amigo, muchacho de todos los demonios, o lo que quiera que seas, sujeta pronto ese perro, que yo soy hombre de paz! ¡Choto, Choto!

Celipín enarboló su palo con una decisión que probaba cuán templada estaba su alma para afrontar los peligros del mundo; pero su intrepidez no tuvo objeto, porque era un perro el que venía. Es Choto dijo Nela temblando. Agur murmuró Celipín, poniéndose en marcha. Desapareció entre las sombras de la noche. La geología había perdido una piedra y la sociedad había ganado un hombre.