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Había visitado a éste, por si le ocurrían nuevas ideas y le tentaba el deseo de publicar otros libros; pero el prócer estaba en plena luna de miel literaria. La obra reinaba esplendorosa, con su magnífica cubierta, en los escaparates de las librerías. ¿Venderse?... ni un ejemplar.

Pasó entonces un incidente misterioso y sensible, que relataré sencillamente sin esforzarme en darle una explicación. Sobre la mesa de la entrada había un pañuelo de seda, propiedad sin duda de la criada a quien acabo de referirme. Mientras Ah-Fe tentaba el cerrojo con una mano, descansaba ligeramente la que le quedaba libre en la mesa.

Sospeché lo mismo, volvíme al lado del enfermo y me senté a la cabecera de su cama. Le hallé más «humano» que antes, sin duda porque también estaba más abatido. Como no le tentaba el deseo de hablar, ni era conveniente provocársele, según encargo muy encarecido de Neluco, dime a meditar yo por no tener otra cosa en qué ocuparme allí.

En Walter Raleigh, en Drake, en Hawkins, en todos aquellos corsarios ansiosos de botín, tenía que hallar fáciles auxiliares; en el Conde de Essex estaba asegurado el impulso . Todavía tentaba la fidelidad de los prisioneros españoles para que sirvieran de guías á las expediciones , y desdichado el que, desechando las insinuaciones, caía por su cuenta.

La carne que a él le tentaba era otra, la de ternera por ejemplo, y la de cerdo más, en buenas magras, chuletas riñonadas o solomillo bien puesto con guisantes. Más pronto se le iban los ojos detrás de un jamón que de una cadera, por suculenta que esta fuese, y la mejor falda para él era la que da nombre al guisado.

Era preciso matar el tiempo, y ademas el carácter evidentemente zeloso de mi vecino me tentaba mucho á divertirme un poco y observar el corazon humano en diligencia, Poco á poco fuí llevando la conversacion hácia la discusion de los diversos tipos de mujeres en España, y cuando el buen tio parecia estar en ascuas á causa de mis elogios entusiastas en favor de las castellanas, me puse á tocarle su cuerda con preguntas sobre la situacion del clero en España.

¿Tiene usted, tiíta, el dinero a mano? preguntó. Y mientras la señora buscaba en el bolsillo, él largó las botaratadas con que siempre respondía a tales prédicas: si no había que apurarse por tan poca cosa, cuando él trabajaba por echar los cimientos de la fortuna de la familia, y lo conseguiría en un dos por tres, porque además de sus operaciones de Bolsa, tentaba al demonio de la lotería, comprando un numerito en cada jugada.

¡Lo ha matado! ¡Una cornada en el vientre! gritaban en los tendidos. Pero Gallardo se levantó entre las capas y los hombres que acudieron a cubrirle y salvarle. Sonreía; se tentaba el cuerpo; levantaba después los hombros para indicar al público que no tenía nada. El porrazo nada más y la faja hecha trizas. El cuerno sólo había penetrado en esta envoltura de seda fuerte.

Veía Azpeitia por primera vez, aquel hermoso rincón del territorio vasco, que sólo de lejos rozaba la vía férrea, y en el cual parecían haberse refugiado el espíritu y las tradiciones de la raza. Aquella tierra era la de San Ignacio. A pocos minutos, en el centro del valle, estaba Loyola con su convento inmenso, cuya fealdad de caserón-palacio tentaba la curiosidad del doctor.

A este severo personaje, pues, habíamos robado un paquete de cigarrillos; y aunque nos tentaba iniciarnos súbitamente en la viril virtud, esperamos el artefacto. Este consistía en una pipa que yo había fabricado con un trozo de caña, por depósito; una varilla de cortina, por boquilla; y por cemento, masilla de un vidrio recién colocado. La pipa era perfecta: grande, liviana y de varios colores.