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Iniciábase en él cierta tendencia a imponerse privaciones y sufrimientos, y la mortificación, que antes le sublevaba, por liviana que fuese, ya le complacía.

En el fondo de su alma, hallábase persuadido de que M. L'Ambert tenía la culpa de todo. Este señor no es razonable decía a su mujer, mostrándole los estragos de los cuatro últimos días; usa gafas del número 4, que son forzosamente muy pesadas; quiere por coquetería una montura muy liviana, y tengo la seguridad de que trata a sus gafas como si fueran de hierro forjado.

Hace ya cerca de dos años que él me ama de amor, que me respeta cuando todos me desdeñaban, que me trata como a una señora y como a una santa cuando todos me juzgaban una perdida, que no ha sentido vergüenza ni ha vacilado en ofrecerme su mano y en darme su nombre, que aun viéndose desdeñado por ha seguido amándome y que me ha celado, y creyéndome pocos días ha prendada de otro hombre o harto liviana para concederle favores, ha faltado poco para que se muera de pena. ¿Qué hay, pues, de absurdo ni de repentino en este compromiso?

Su imagen, grabada en mi alma, se borró y desapareció no bien vino tu imagen a estamparse en ella, como sello y marca de esclavitud que la hace tuya para siempre. Ni el temor de la maledicencia; ni el odioso pensamiento de que hasta mismo pudieras menospreciarme y tenerme por liviana, nada me contuvo.

La compuso Federico Bérat en honor del anciano y glorioso Béranger, y aquellas notas sencillas, prendidas en no qué inexplicable hechizo romántico, tuvieron la virtud peregrina de hacer latir todas las almas y de agarrarse á todos los oídos; y Lisette fué un «tipo» que de una generación á otra ha dejado un rastro de gracia liviana en las obrerillas sentimentales y alegres de la Ciudad-Sol.

Dios, que cuando tiene tiempo penetra en el corazón de los mortales, sabe que Cristeta no era fácil ni liviana: lo que pasaba era que le había llegado su hora.

Te dueles de las cosas del cuerpo; yo atiendo a las del alma. ¿Echa padre algunas pequeñeces de menos?; yo estoy abriendo a madre el reino de los cielos. ¿Temes que Leocadia peque de liviana?; cuando llegó su espíritu a mis manos, ya estaba sucio de pecado.

Sucedió, al fin, que, por desdicha, estas cosas que de mi madre se decían, llegaron a oídos de un pariente de mi padre, que tenía un oficio de alcalde en Sevilla; y digo por desdicha, pues cuando este pariente nuestro supo lo que de mi madre se contaba, ya mi madre estaba próxima a su alumbramiento, que cuando hubiera sobrevenido se hubiera sabido por la solemnidad de mi bautizo, que no podía menos de ser solemne, siendo yo hija de un general de las galeras del rey; don Baltasar hubiera caído de su engaño, y no hubiera podido menos de reconocer que la liviana que desde hacía poco tiempo le concedía sus favores, no era mi madre ni podía serlo, lo cual le hubiera movido tal vez a restaurar a mi madre en su honra.

Inexperta y alucinada, juzgué que el mejor empleo y ocupación de mi ser era el amor, los goces ó la incitante gloria, cosas ¡ay! de liviana realidad que se desvanecen pasada la ilusión primera. Mi alma está pura, y anhela reposarse en el bien. Aborrezco el mundo; pienso sólo en Dios, imán de nuestros corazones, fuente de toda salud, principio de toda inteligencia.

El señor Novillo oía el runrún con la indiferencia con que las imágenes talladas en madera de ciruelo oyen himnos y plegarias. Proseguía Apolonio, sin dignarse, por su parte, mirar a Novillo: He pintado en un poema alegórico la exacta posición de estos amores disparatados, horribles y delincuentes. Delincuentes, , delincuentes, porque.... Pero tente, lengua liviana y maldecida.