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Aquellos ojos de cerdo, recelosos y malignos, que me habían perseguido pocos días antes bajando por la misma escalera, brillaban ahora con expresión de humildad y temor. Pase usted, señor Sanjurjo, pase usted me dijo, quitándose el gorro y haciendo reverencias. Bueno va dije para . Y pasé con aire triunfal, mostrándome serio y un tantico desdeñoso, lo cual surtió admirable efecto.

El aire estaba impregnado con el olor de la cocina de Navidad, y era la estación en que las sobras del cerdo y de la morcilla sugieren la caridad a las familias acomodadas. Las desgracias que le habían sucedido a Silas lo colocaban en primera fila en los espíritus de las dueñas de casas tales como la señora Osgood.

CHORIZOS PARA EL COCIDO. Tómese un kilo de carne de vaca magra, otro de cerdo magro y medio de gordo; píquese con la maquinilla, sazonándolo de sal, pimienta molida, bastante pimiento encarnado, un poco de pimiento picante y orégano. Se deja la pasta veinticuatro horas, dándole unas vueltas a menudo, se rellenan los intestinos y se ponen a ahumar.

Oía Fortunata los ronquidos del venerable Platón, cual monólogo de un cerdo, y sentía también los paseos de Ido, y algún monosílabo ininteligible, suspiros que parecían ayes de pena o invocaciones poéticas; y cuando el profesor llegaba en su deambulación febril a la puerta de la alcoba, creía distinguir sus manos o parte de un brazo que subían hasta cerca del techo.

Entremeses, consommé de aves, truchas con limón, solomillo de cerdo al horno, pastel de coliflor, pollo a la marinera, helado de avellana, bizcocho con frutas, postres de frutas, vinos, café y licores. Quinto.

El famoso cazador de osos se levanta pausadamente y dice con el acento firme y sosegado de los héroes: Vamos a ver qué es eso. Pidió una escopeta arriba, y seguido de lejos por las pálidas doncellas, dio una batida al bosque. Lo único que halló fue un cerdo alemán de la pareja que el conde había traído para encastar.

Allí encontraban lomos y jamones intactos, pasteles de cerdo que acababan de salir del horno y manteca fresca recién hilada; en fin, todo lo que el apetito de gentes ociosas podía desear, y de mejor calidad, quizá, que en casa del squire Cass, aunque la abundancia no fuera mayor.

MANOS DE CERDO EN SALSA. En una vasija con agua, sal, zanahoria, perejil y cebolla, se cuecen las manos de cerdo; después se sacan y deshuesan, rebozando los trocitos de carne con harina y huevo batido; se pone en una cacerola y se hace salsa echando en la misma manteca una cucharada de harina para que se tueste, y un cacillo de caldo del cocido. Todo junto se hace hervir un rato.

LONGANIZA. Por cada kilo de carne de cerdo picada, un ajo molido, media cucharada de orégano, una onza de pimienta molida y sal. Se mezcla todo bien y se deja en reposo veinticuatro horas; después en intestino de carnero se van haciendo las longanizas, pinchando mucho para que salga el aire.

Luzbel se hubiera hecho humilde por una sonrisa de su boca, y el santo que vivió en el desierto, sin más compañía que un cerdo, hubiera renunciado a su parte de paraíso a la menor indicación que ella le hiciese de cenarse juntos el marrano. Don Juan la miró primero de refilón, y en conjunto, luego por la espalda, después de perfil, y, pareciéndole guapa, pasó junto a ella para verla mejor.