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En Turin existen muchas librerías que surte en su mayor parte el comercio de Paris: encuéntranse muchos y buenos libros: los gabinetes de lectura y las bibliotecas, así como los demas establecimientos literarios de Turin, están bien montados y comprendidos. En materia de hoteles y cafés hay abundancia, en especial de los últimos, que por todas partes se encuentran.

En los años pasados, cuando solía vivir «en pensión» con dos oficiales de artillería de ejército italiano y un holandés, estudiante de arte, en el último piso de uno de esos grandes y viejos palacios de la calle dei Banchi, la vía Fornabuoni era el lugar elegido para mi paseo matinal, porque allí se encuentra uno con todo el mundo: las damas ocupadas en sus compras en las tiendas o de paso para las bibliotecas y librerías; los hombres charlando en las aceras, hábito que pronto adquieren todos los ingleses que establecen su residencia en Italia.

A la derecha del salón estaba el despacho de Juanito, así llamado no porque este tuviese nada que despachar allí, sino porque había mesa con tintero y dos hermosas librerías. Era una habitación muy bien puesta y cómoda.

Todo estaba igual que en su infancia: los bustos de los grandes poetas en la cumbre de las librerías, las coronas en sus encierros de vidrio, las joyas y estatuas ganadas á fuerza de consonantes en sus vitrinas y pedestales, los libros de fulgurante lomo formando apretados batallones á lo largo de los estantes.

Los versos no se han de hacer para decir que se está contento o se está triste, sino para ser útil al mundo, enseñándole que la naturaleza es hermosa, que la vida es un deber, que la muerte no es fea, que nadie debe estar triste ni acobardarse mientras haya libros en las librerías, y luz en el ciclo, y amigos, y madres.

De venta en todas las librerías y en las bibliotecas de las estaciones á 4 ptas. en rústica y 5 lujosamente encuadernado en tela. Agotada rápidamente la primera edición, acaba de publicarse la segunda, que contiene numerosos formularios para toda la correspondencia, tarjetas, telegramas é impresos, forma nueva de correspondencia en la vida de relación.

Ahora les ha dado a los madrileños por poner en las casas baño y ascensor, y esto será muy agradable para el cuerpo, pero tiene que ser funesto para el alma. Baños, librerías, grandes hoteles, derechos políticos, un Ateneo, una Casa del Pueblo... ¿Es que nuestros mayores necesitaban ninguna de estas cosas?

En dos o tres años entró un cargamento de novelas en el gabinete de la torre, y volvió a salir después de haber entretenido largas horas los ocios de nuestra joven, que puso a contribución para ellos no sólo la biblioteca de su padre y su bolsillo, sino también las librerías de todos los amigos de la casa. Don Serapio fue su primer proveedor.

Reyes Católicos D. Felipe 3.º y D. Felipe 4.º, que no lo emplease en darse á la lección y estudios, no solo de buenas Letras, sino de las demás Ciencias, para cuyo fin juntó en su Palacio de Sevilla y en el de Bornos muchos y muy singulares Libros de que formó muy copiosas Librerias, siendo la de Sevilla una de las grandes del Reyno, no solamente por el número de Libros que juntó, sino por constar de todas facultades y de exquisitos y raros Manuscritos, así originales como copias, que puso en ellas, que aun hoy se conservan muchos de ellos, si bien deteriorados y disminuidos por la falta de la presencia de los Excmos.

Por fin ha habido una carta suya, dirigida esta vez al padre Tomás, a propósito de un volumen que no se encuentra en las librerías... Pero como el volumen me interesa poco, retengo sobre todo la frase en que el señor Baltet asegura que su viaje a Aiglemont ha sido su camino de Damasco, y que su sueño dorado sería llamar su mujer a aquella de quien conserva tan profundo recuerdo...