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Hace eso por ... Qué buena es... La de Ribert nos explicó en pocas palabras cómo había conocido al señor Baltet, y habló de sus investigaciones sobre el celibato... La abuela sonrió... El señor Baltet tomó parte en la conversación... Genoveva habló también... Solamente a no se me ocurrió nada que decir... Era tan feliz con mi absurda angustia... No cuánto tiempo duró la visita, pero cuando la abuela se levantó, di un suspiro de pena... La abuela lo notó probablemente, pues invitó al señor Baltet a ir a casa al día siguiente, con aquellas señoras, para ver unas antigüedades que podía enseñarles.

¡Ay! hija mía, qué alegría me das... Al fin podré morir tranquila... No hables así, abuela adorada. Lo que hace falta es que vivas mucho tiempo... siempre. La abuela movió la cabeza con expresión de pena, y para no enternecerse más, me habló de la buena posición del señor Baltet, de sus gustos serios y de sus relaciones con el mundo de la ciencia. ¡Es alguien! dijo la abuela.

El señor Baltet le ha hablado de su deseo de casarse y de su voluntad de no hacerlo más que con una mujer que le guste absolutamente. El cura, con su espiritual bondad, le ha animado, y ha sabido por él que mi alma hermana se interesa por una joven descubierta hace poco tiempo... ¡Salto de alegría!... Gracias, Dios mío...

15 de enero. Es curioso cómo me interesa el señor Baltet... Llevo dos noches soñando con él. Le veo rubio, delgado, bastante alto. Sus ojos azules son dulces y su voz agradable. Bajo el imperio de mi preocupación involuntaria, me interesan menos las cartas que recibe la de Ribert, que no comprende mi repentina indiferencia... Hago vanos esfuerzos para recobrar mi ardor, pero no lo consigo.

El señor Baltet debe de estar contento de la recepción que se le ha hecho en Aiglemont. El padre Tomás le ha mostrado una benevolencia excesiva.

Es curioso... Creí tener muchas cosas que escribir esta noche, y no me ocurre nada... Estoy distraída... Busco las palabras, y mis ideas se confunden... ¿Qué estará haciendo el señor Baltet mientras yo escribo?... 1.º de marzo. La de Ribert ha recibido una carta de mi alma hermana, llena de esperanzas para .

La de Ribert decía hablando de él: El alma hermana de usted. Genoveva iba más lejos y decía: Tu alter ego. Figúrese usted, señora, que este señor Baltet no me parece ya un extraño... Le adopto, le acaparo y hago causa común con él... De prisa vas respondió Genoveva maliciosamente. ¡Qué lástima, mamá, que el señor Baltet y Magdalena no se conozcan!...

Yo también he sufrido dijo Francisca... no sabes lo que es desear casarse... No comprendes el infierno de no concebir otra vida más que la del matrimonio, ni más dicha que la de una buena unión, y pensar que jamás... jamás... se tendrá marido... Se toma el de las demás... El señor Baltet no lo era tuyo. No, pero sin ti, lo hubiera sido... Nunca... ¿Qué sabes ? El me lo ha dicho.

Pero añadió más severamente, te ruego, Magdalena, que no acojas a Francisca como lo haces... Es astuta esa muchacha... Me contraría el verla mañana con el señor Baltet... ¿Por qué? pregunté sorprendida. Por nada respondió la abuela, haciendo un movimiento como para ahuyentar un pensamiento importuno. Hablemos de nuestro complot...

Decididamente, hay unanimidad en las quejas contra la educación de las jóvenes actuales... Tengo aquí otras cartas en el mismo sentido. ¿? exclamé esforzándome por olvidar al señor Baltet para no pensar más que en la correspondencia de la de Ribert. ¿Qué se les reprocha de nuevo? De nuevo, poco.