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¡Duerme! duerme Santos Vega, Que mientras en el desierto Se oiga ese vago concierto, Tu nombre será inmortal; Y lo ha de escuchar el gaucho Tendido en su duro lecho, Mientras en pajizo techo Cante el gallo matinal.

No era en llegar tan exacto ni tan matinal don Bernardino Esteven, otra fisonomía curiosísima del pandemónium bursátil.

Escuchaba vagamente el alegre murmullo de una bandada de gorriones que saludaban el amanecer de una bella mañana de primavera. Salió bruscamente de su contemplación para ir a presidir, como tenía por costumbre, el levantarse de su hijo y su arreglo matinal. Prolongó aquellos cuidados lo más posible, tratando de hacerse la ilusión de un estado de cosas regular y tranquilo.

Habrá usted reparado que esa nube siempre aparece por detrás de las montañas. Es donde el Casino tiene sus almacenes. Aquí no perdonan detalle para entretener á los parroquianos. Miguel oyó dos mugidos: uno de sorpresa, otro de indignación. Luego el ruido de una ventana al cerrarse. El pianista, molestado por esta broma matinal, volvía á su lecho para dormir hasta la hora del almuerzo.

Después de tales encuentros, evitaba Isidro el tránsito por los corredores a esta hora matinal, temiendo el enojo de las señoras. Al verle luego en el paseo rehuían su saludo o lo contestaban con sequedad, como si le hiciesen responsable de una falta de consideración... Pero el recuerdo de estas sorpresas le hacía sonreír con cierto orgullo.

De la bruma matinal surgieron lentamente los edificios, humedecidos y relucientes por el lavado de la lluvia; el suelo fangoso con grandes charcos; los desmontes de tierra amarilla con manchas de vegetación en las hondonadas. El cementerio de San Martín mostró sobre una altura su romántica aglomeración de rectos cipreses.

Dió la vuelta por no mezclarse en disputas de borrachos con la autoridad, llegó á la muralla y siguió por ella la vuelta de su casa. La noche tocaba á su fin. El firmamento estrellado se desplegaba diáfano y puro anunciando la llegada de la aurora. Brillaban las estrellas declinantes reflejando su luz en las aguas, que se rizaban al primer soplo matinal.

Balbuceó algunas palabras, apenas perceptibles; pero el maestro, separando de su frente el negro cabello, la besó, y así, asidos de la mano, salieron de las húmedas y perfumadas bóvedas del bosque por el abierto camino bañado en la luz matinal. No tan malévola en su trato respecto a los demás alumnos, Melisa conservaba todavía, una actitud ofensiva respecto a Sofía.

En los años pasados, cuando solía vivir «en pensión» con dos oficiales de artillería de ejército italiano y un holandés, estudiante de arte, en el último piso de uno de esos grandes y viejos palacios de la calle dei Banchi, la vía Fornabuoni era el lugar elegido para mi paseo matinal, porque allí se encuentra uno con todo el mundo: las damas ocupadas en sus compras en las tiendas o de paso para las bibliotecas y librerías; los hombres charlando en las aceras, hábito que pronto adquieren todos los ingleses que establecen su residencia en Italia.

Pensaban en la posibilidad de una boda matinal... Tal vez eran gentes alegres que venían de una fiesta nocturna... Varias veces el cortejo detuvo su marcha, viéndose cortado por un desfile de pesadas carretas con montañas de hortalizas. El maître, á pesar de sus emociones, fué reconociendo el camino que seguía el automóvil.