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El maestro le daria al aprendiz de comer, beber, vestir, casa y lecho, enseñándole á rezar y á decir oraciones bien y cumplidamente. Lunes 14 Septbre. 1495 .

Yo creo en ella y ahora, cuando mis ojos, débiles y enfermos, apenas perciben la luz material, de la que huyen medrosos, luz clarísima, procedente de foco increado, penetra e inunda mi mente, ilustrándola y enseñándole la verdad. Yo fui, días ha, a tu celda con el intento de interrogarte y de disipar dudas sobre mi última vida pasada.

En Barcelona llamó su voz la atención de un maestro; se podía sacar partido de ella enseñándole música, lo que se llama música; se aplicó de veras al estudio, dejó por algunos años el teatro, vivió de no se sabe qué recursos, tal vez a costa del amor chocho; y se le vio de posada en posada, de fonda en fonda, despertando a los huéspedes con gárgaras de barítono que ensaya la voz y no deja dormir los músculos de una poderosa garganta.

Conmovido también Ratón Pérez, se enjugó á hurtadillas una lágrima con la pata, y procuró calmar el dolor del rey Buby, enseñándole la brillante monedita de oro que iba á poner bajo la almohada de Gilito, en cambio de su primer diente. Despertó en esto la madre de Gilito, é incorporóse en el lecho, contemplando al niño dormido.

Si Nina entrara en aquel momento, ¡qué gusto tendría su ama en darle la gran sorpresa, mostrándose primero muy afligida por la falta de cuartos, y enseñándole después el puñado de billetes! ¡Qué cara pondría! ¡Cómo se le alargarían los dientes! ¡Y qué cosas haría con aquel montón de metálico! Vamos, que Dios, digan lo que dijeren, no hace nunca las cosas completas.

¿Es a la señorita de Grevillois a la que encuentra usted tan linda? le dije enseñándole el párrafo de lejos. No quiero responder a usted. Elena parecía enfadada y volvía la cabeza para no verme. Si me responde usted, le devolveré la carta. , es esa señorita. Cogió la carta, que le devolví, y se apresuró a meterla en el sobre. ¿Qué quería decir ese «pero» que ha borrado usted?

Los versos no se han de hacer para decir que se está contento o se está triste, sino para ser útil al mundo, enseñándole que la naturaleza es hermosa, que la vida es un deber, que la muerte no es fea, que nadie debe estar triste ni acobardarse mientras haya libros en las librerías, y luz en el ciclo, y amigos, y madres.

Por Dios, querida condesa dijo esta usted con sus imprudencias es la que ha echado a perder a este muchacho, enseñándole cosas que aún no está en edad de saber. Por mi parte la conciencia no me acusa palabra ni acción que haya dado motivo a que un joven apasionado se extralimitase alguna vez. La juventud, Sr. D. Pedro, tiene arrebatos; pero son disculpables, porque la juventud...

La puerta del corral estaba entornada. El perro, que sin duda había olfateado el agua, la empujó con el hocico. ¡Tuso!... le gritó la mujer. Pero como si este grito no bastara para ahuyentar al importuno huésped, cogió una piedra y se la arrojó con fuerza. El pobre animal esquivó el cuerpo lanzando un gruñido y enseñándole los colmillos a la mujer; luego continuó su camino.

Desde antes de terminar el concierto habían hecho rancho aparte, en un rincón de la sala; y allí estaba la alemana enseñándole el alma, y un poco, bastante, de la blanquísima pechuga, al acaramelado mayordomo, futuro administrador de la fábrica de productos químicos.