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¿Y si no fueran ellos? dijo Van-Horn . No cometamos imprudencias, señor Cornelio, sin estar seguros de que sean nuestros compañeros. Es verdad; pero no debemos quedarnos aquí. No; y avanzaremos; pero con precaución. ¡Silencio y avante! La llama seguía brillando y era cada vez más fuerte, esparciendo un vivo resplandor a través de los árboles de la selva.

El senador experimentaba una gran molestia al recordar que era en su respetable vivienda donde se habían conocido los culpables. Pero su cólera la dirigió contra el esposo. ¡Qué falta de saber vivir!... Las mujeres son las mujeres, y todo tiene arreglo. Pero después de las imprudencias de este energúmeno no era posible una solución elegante, y había que entablar el divorcio.

¡Francisca! dijo la abuela con cierto tono de severidad, va usted a decir tonterías, hija mía. , es verdad... Me callo respondió Francisca con esa gracia irresistible que hace que se le perdonen todas sus imprudencias.

Si pudiéramos ver la historia secreta de todos los hechos sociales ¡cuántas lecciones hallaríamos! ¡Cuántos escarmientos vendrian á castigar nuestras imprudencias! ¡Cuántos desgraciados habrán subido las gradas del patíbulo, por las extravagancias de sus madres, madres como esa madre de Batiñoles!

Pronto comprendieron que debían, primero, gastar con más prudencia, porque las rentas iban mermando considerablemente, y segundo, andarse con pies de plomo en lo que se refería a dejarse galantear, porque entre sus propias imprudencias y la malignidad del tutor y su hermana, iban ellas cobrando reputación de frívolas y ligeras.

Diga usted a Micaela que si he tenido muchas imprudencias, la bondad con que las disculpa me hace quererla más. Y a Paulina y a Pepe y a Alfredo, y a todos mi afecto.

¡Qué escándalo! doña Camila cogió a Anita por la garganta y por poco la ahoga. Después dijo un refrán desvergonzado en que se insultaba a su madre y a ella, según comprendió mucho más tarde, porque entonces no entendía aquellas palabras. Doña Camila culpaba al hombre que le daba besos, de las picardías de la niña. le has abierto los ojos con tus imprudencias.

Mi corazón sufre hasta convertirme en un alucinado. ¡Ella no pensaba en nada al darme por última vez la mano!... ¡Pero yo, yo! ¡Con tal que no haya sentido el estremecimiento de la mía! ¡Si por mis imprudencias fuera a perder su confianza! ¡Ah, no; todo menos eso!

La catástrofe final llegó a producir un movimiento de opinión favorable a la reputación de la señora de Maurescamp; había, entre la crueldad de aquel desenlace y las ligeras imprudencias de conducta que podían reprocharse a Juana y al señor de Lerne, una desproporción tal, que se impuso a todos y desarmó a la calumnia.

Tiene una hermana, buena y amable, que vive con él, y un hermano, antiguo amigo de Alfonso, el cual ha resultado ser la principal causa de este matrimonio. Soy, por lo tanto, muy dichosa en haber encontrado una salida tan honrosa para reparar todas las imprudencias que a causa de mi debilidad, había cometido. ¡Cuántas veces yo misma me he reprochado aquella conducta!