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iQue el cielo restituya la tranquilidad a tu alma! ique el arrepentimiento te vuelva a ti mismo! yo te prometo mis oraciones. No tengo ninguna necesidad de ellas; pero no desprecio tu piedad, me retiro; a Dios.

Hágame el favor, compadre, de ponerme delante de usted, porque como no soy muy alto, podrá usted ver por encima de mi cabeza, y, ¡Dios me salve! estos espectáculos son desgraciadamente tan raros, que entre cristianos hay que ayudarse en la vía de salvación. EL HOMBRE DEL PUEBLO. Pase, pues, señor, y no me olvide en sus oraciones.

Respondíle en breves palabras que así lo haría, y que tuviese cuidado de encomendarnos a Lela Marién, con todas aquellas oraciones que la cautiva le había enseñado.

Junto á la cabecera de la cama, sobre un libro de oraciones olvidado por su esposa, vió un medallón con otra fotografía. Esta no era de la casa. El conde, que había seguido la dirección de sus ojos, quiso mostrársela. Temblaron las manos del guerrero... Su altivez desdeñosa é irónica desapareció de golpe.

Perdona que te haya sorprendido; perdona que haya interrumpido tus oraciones. Ya sabes que yo no madrugo para ti sino cuando tengo que comunicar contigo algo de muy importante. Quizá desde el día en que te di parte de mi proyectada boda con Pepe Güeto, no he usado hasta hoy de la licencia que tengo de venir aquí de mañana. Así es la verdad, pero yo no me quejo de que vengas.

El Universo, a juzgar por Vetusta y sus contornos, más que un sueño efímero, parecía una pesadilla larga, llena de imágenes sucias y pegajosas. El Padre Goberna, que sabía dar color local a sus oraciones, no decía en Vetusta que no somos más que un poco de polvo, sino un poco de barro. ¿Polvo en Vetusta? Dios lo diera. El mal tiempo se llevó la resignación tranquila, perezosa de Anita Ozores.

Fortalecido, pues, su espíritu con largas oraciones y súplicas á Dios Nuestro Señor para la feliz conducta de aquel negocio, se puso en camino para los Zamucos por Julio de 1716, acompañado de cien neófitos, y á pocas leguas se le opuso el infierno con horribles tempestades en el aire, torbellinos de agua y viento, crecientes de ríos y otras mil incomodidades; de manera que en andar cosa de catorce leguas, gastó diecinueve días, mas no sin algún fruto; porque dando una ligera corrida á registrar algunas Rancherías de los Tapuyquias, ya asoladas, halló allí treinta almas que perseveraban aún en las tinieblas del gentilismo; y ganadas para Cristo, las despachó al pueblo de San Joseph.

Hacer el bien á los semejantes continuó Aresti sin esperanza de recompensa ni miedo al castigo, como lo hacemos los impíos modernos, los hombres del materialismo, es ser más idealista que el devoto que compra su parte de paraíso con oraciones que no remedian ningún mal de la tierra.

El Magistral, mientras duraba la debilidad, le había prohibido incorporarse para rezar de rodillas sus oraciones de la mañana. Pero ella en cuanto sintió aquella bienhechora fortaleza de los músculos, que es como el amor propio del cuerpo, gozose en distender los miembros que volvían a cubrirse de rosas pálidas, otra vez repletos de vida circulante.

¡Oraciones!... Simplezas... Eso es lo que saben hacer... Hay quien los quiere; pero no... Si hay un Dios, tendrá otra cosa que hacer que ocuparse de , según parece... Puede jactarse de haberme hecho dura la vida, el tal Dios... ¿Por qué hay pobres como yo y ricos que no carecen de nada? Cuando oigo a los chicos aullar de hambre, ¿cree usted que tengo ganas de dar las gracias a ese Dios?