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«No vengas con andróminas replicó la cacharrera . podrás tener buenas ideas; pero has dado el pasito, y ya no puedes volver atrás. ¡El pasito, hija! ¡Repuñales! De todo tiene la culpa ese hombre, ese hombre... Es un lameplatos. Siento que no esté aquí para despotricarme con él y decirle las del barquero... Total, chica, que yo no tengo un real partido por medio.

Juanito miró fijamente a su mujer, y después se echó a reír. Aquello no era adivinación de Jacinta. Algo había oído sin duda, por lo menos el nombre de la calle. Pensando que convenía seguir el tono festivo, dijo así: « sabías el nombre de la calle; no vengas echándotelas de zahorí... Es que Estupiñá me espiaba y le llevaba cuentos a mamá». Sigue con tu conquista. Pues señor...

Di que te gustan los señoritos, bueno... yo no me meto en eso; pero no vengas quitando el crédito a los rapaces de tu igual... Se emborrachan, los que se emborrachan... Más de un señorito y mas de dos he visto yo venir como cabras para su casa... Y pegan a sus mujeres, también los que pegan... Si ellas no tuvieran la lengua larga, no las llevarían la mitad de las veces... Atiende; y don Ramón el maestro de música cuando llegaba a casa por la noche ¿daba bizcochos a su mujer?

Si vuelven, que no volverán, se quedarán en la sala, y por nada de esta vida las dejaré entrar en la recámara. «No te inquietes ni te aflijas; si hay algo grave te escribiré para que vengas. Sarmiento me ha ofrecido decirme la verdad. Ayer le escribí a Linilla con unos músicos que fueron a San Sebastián a tocar en los oficios de la Semana Santa. ¡Qué Semana Santa voy a pasar, hijito!

Nadie niega su grandeza; tu pasión es disculpable; pero no lo es el que me la vengas á arrojar á la cara. ¿Y qué os importa á vos que se deshonre vuestra hija, cuando vos mismo habéis deshonrado á su esposo? ¡Yo! ¿Por qué llevó el conde, desempeñando un ruin oficio, al niño príncipe de Asturias á donde no debía llevarle?... Vamos, vamos, Catalina, estás loca.

Yo sabía quién eras, he influido en que vengas por aquí; puedo asegurar que invisiblemente te he guiado para llegar adonde no llega nadie sin nuestra venia, y encargando a mi fámulo el disimulo, le ordené que te aguardase en el soto, como, en efecto, lo hizo. No fue una sola vez, sino varias, las que tuvo Morsamor diálogos por el estilo con el sabio viejo.

Además, no me vengas haciéndote el inocente: ¡el peor ejemplo se lo has dado al muchacho! El acusado agachó la cabeza. Misia Gregoria pensaba que, efectivamente, era aquello una gran desgracia, pero la fortuna que poseían era bastante fuerte para poder repararla, sin resentirse; a Jacinto se le mandaría a la estancia o se le daría un empleo.

Importa mucho que te hagas amigo de este señor, porque mamá no ve más que por sus ojos. Lo mejor para ello es que vengas recomendado por algún carlista de los gordos, porque este señor es muy beato, ¿sabes?...Si te fingieras oficial de don Carlos, ¡qué gran golpe! Te recibiría, de seguro, con los brazos abiertos... Y tienes tipo de militar, con esos bigotes retorcidos y esa perilla.

Mira, mi querido Munguía, tengo interés en que vengas conmigo; sin no voy, y perderé la mejor ocasión del mundo... ¿De veras? Te lo juro. En ese caso, vamos. ¡Paciencia! Te acompañaré.

El ciego, poniéndose las manos en la boca en forma de bocina, gritó: No vengas, que voy allá. ¡Espérame en la herrería... en la herrería! Después, volviéndose al doctor, le dijo: La Nela es una muchacha que me acompaña; es mi lazarillo. Al anochecer volvíamos juntos del prado grande... hacía un poco de fresco.