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Presidente Centro Telegráfico. 11. Presidente del Ateneo. 12. Dr. Manuel Secades. 13. Capitán Golderman, Instructor Ejército. 14. Capitán Parker, Instructor Ejército. 15. Capitán Gatley. 16. Dr. Benigno Sousa. 17. Teniente Coronel Juan de D. Romero. 18. General Lara Miret. Presidente Senado. Presidente Cámara. Subsecretario de Estado. Subsecretario de Justicia. Subsecretario de Gobernación.

Una vez en posesión del libro apetecido, nuestro mancebo corría a sentarse al lado de la chimenea y se dejaba tostar las pantorrillas, mientras el cerebro navegaba por los mares ignotos de la metafísica; primero faltaría el sol en su carrera, que nuestro estudiante en una de las butacas de terciopelo carmesí del Ateneo.

Al salir de clase un muchacho feo, peludo y desaseado, con quien nunca había cruzado la palabra, le abrazó y le felicitó con entusiasmo. Era García. Desde entonces no tuvo Tristán otro amigo más leal, más cariñoso, más abnegado. Al compás de los progresos que nuestro joven hacía tanto en la Universidad como en el Ateneo y la prensa, crecía en proporción geométrica la admiración de García.

Para ti todos son imbéciles repuso picada la prima . No asistiendo al Ateneo y no citando a los filósofos alemanes... ya se sabe, un imbécil. Lo digo y puedo probarlo. Ni aun sabiendo de antemano lo que iban a preguntarle en el examen y preparándole su ayo toda una noche, fue posible que aprobase el derecho romano.

Y en contra de lo dicho, afirma en otros pasajes, por ejemplo, que el Casino de Córdoba es grandioso, y ensalza el Ateneo de Madrid, que al fin es un casino donde no se juega, encomiando su rica y selecta biblioteca, su gran salón de sesiones y sus cátedras, donde personas sabias y elocuentes enseñan diversas ciencias y facultades.

Todo está silencioso; los troncos se yerguen desnudos, negruzcos, con manchas de líquenes verdosos; las violetas crecen, moradas y olorosas, entre el césped. No es mucho lo que ando yo por estos paseos: inmediatamente regreso y me cuelo en el Ateneo o en la Biblioteca. Y después que he leído un largo rato, cojo unos papeles blancos y voy escribiendo en ellos cosas verdaderamente tremendas.

Por cierto que antes de ir adelante conviene expresar que un grupo de socios del Ateneo había puesto a Salabert el sobrenombre de El pícaro Guzmán con que le conocían. Pero este apodo no salió del círculo de amigos. Mejor éxito tuvo una frase del presidente del Consejo de Ministros explicando las iniciales del duque.

La redacción se constituyó en el mismo local del Ateneo, que era el cuarto de estudio de uno de nuestros compañeros; una habitación aguardillada, donde los sábados se aplanchaba la ropa de la casa, no pudiendo por lo mismo reunirnos en este día. Discutiose ampliamente el reglamento y se nombró administrador y redactor en jefe.

Alumnos del año preparatorio de Derecho, del quinto de Segunda Enseñanza, del preparatorio de Medicina formaban animados grupos: estos últimos eran fáciles de distinguir por su traje y por cierto aire que no se observa en los otros: vienen en su mayoría del Ateneo Municipal y entre ellos vemos al poeta Isagani esplicando á un compañero la teoría de la refraccion de la luz.

Toda la narración, los diálogos ingeridos en ella, y los varios incidentes, que aquí se omiten y que de un modo tan magistral y tan hábil llevan al desenlace, interesan, conmueven y se apoderan con tal hechizo del ánimo del lector, que de seguro no deja el libro hasta que acaba de leerle. En el certamen abierto y ordenado por el Ateneo, certamen en que fueron jueces los Sres.