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De juventud del alma, o, lo que es lo mismo, de un vivo sueño de gracia, de candor, se compone el aroma divino que flota sobre las lentas jornadas del Maestro al través de los campos de Galilea; sobre sus prédicas, que se desenvuelven ajenas a toda penitente gravedad; junto a un lago celeste; en los valles abrumados de frutos; escuchadas por «las aves del cielo» y «los lirios de los campos» con que se adornan las parábolas; propagando la alegría del «reino de Dios» sobre una dulce sonrisa de la Naturaleza.

¡, madre del alma! ¿No nos dejó tu pobre padre muertos de hambre y con el agua al cuello, todo embargado, todo perdido? , señora, ... y eternamente yo.... Déjate de eternidades... yo no quiero palabras, quiero que sigas creyéndome a ; yo lo que hago. predicas, alucinas al mundo con tus buenas palabras y buenas formas... yo sigo mi juego.

¿Tiene usted, tiíta, el dinero a mano? preguntó. Y mientras la señora buscaba en el bolsillo, él largó las botaratadas con que siempre respondía a tales prédicas: si no había que apurarse por tan poca cosa, cuando él trabajaba por echar los cimientos de la fortuna de la familia, y lo conseguiría en un dos por tres, porque además de sus operaciones de Bolsa, tentaba al demonio de la lotería, comprando un numerito en cada jugada.

Sin embargo, y a pesar de sus prédicas, los gastos de representación del señor de Grèbe tomaron tal vuelo en los últimos tiempos, que su tío le prometió no sólo desheredarlo, sino lo que es más, ponerlo en tutela a menos de entrar en mejor vía, y por esta razón decidió contraer matrimonio con Mariana de La Treillade, a quien por otra parte proponíase espantar en manera extraordinaria.

En cuanto a mi amiga, harto la he exhortado, condenando su insistente celibato, y se me figura que al fin mis prédicas no serán inútiles. No lo niegue usted. Su voluntad está vacilante, y en aquello de si caigo o no caigo; de modo que si una persona tan respetable como el Sr. D. Pedro uniera sus amonestaciones a las mías... D. Pedro estaba verde, amarillo, jaspeado.

Tan conforme estoy contigo en lo esencial dijo Morsamor que tu sermón es inútil porque predicas a un convertido. Antes que todo y sobre todo yo quiero gloria y harto sabes cuan dispuesto y apercibido estoy a buscarla. Concertado lo tengo todo con los ricos mercaderes genoveses Gabriel Adorno y Gaspar Salvago.

21 pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? ¿, que predicas que no se ha de hurtar, hurtas? 22 ¿, que dices que no se ha de adulterar, adulteras? ¿, que abominas los ídolos, cometes sacrilegio? 23 ¿, que te jactas de la ley, con rebelión a la ley deshonras a Dios? 24 Porque el Nombre de Dios es blasfemado por medio de vosotros entre los gentiles, como está escrito.