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1 Y después que cesó el alboroto, llamando Pablo a los discípulos, habiéndoles exhortado y abrazado, se despidió, y salió para ir a Macedonia. 4 Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Pyrro, bereense, y los tesalonicenses, Aristarco y Segundo; y Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo. 5 Estos yendo delante, nos esperaron en Troas.

No pudo conseguir semejantes esperanzas de otro, que exhortado del P. Tolú á que ajustase las cuentas de su conciencia con Dios por medio de los ejercicios espirituales, luciese confesión general antes de emprender un largo viaje le protestó con varios colores aparentes, que no podía; mas apenas había caminado pocas leguas, cuando sorprendido de una furiosa enfermedad, en pocos días se puso en camino para la otra vida, con poco ó ningún aparejo.

Si la familia, en vez de repudiarla y de extrañarla de su cariño; si en vez de reprenderla y de afrentarla por aquellos amores; si en vez de acercarla al amante, porque al amante se acercaba todo lo que se desviaba de su familia; si en vez de esto, la hubiera atraido con paciencia, la hubiera exhortado con consejos, con cariño, con persuasion, con lágrimas, con súplicas, si era menester; si un hombre prudente hubiera dado un plazo á sus esperanzas; la hubiera alentado, la hubiera tocado el corazon, ¿estaria ahora esa jóven en Paris llamando á la muerte, desamparada, sola, perdida?

Es un hombre muy digno y temeroso de Dios. ¿Pero no saben ustedes que parece inclinado a convertirse al catolicismo? ¡Jesús y qué me dice usted! exclamó con asombro y júbilo doña María . Aquí se ha tratado algunas veces este punto, y las niñas y yo le hemos exhortado a que tome tan saludable determinación.

Mi pobre hija estaba sonriente; yo he rogado por ella, la he exhortado, con la misma calma y tranquilidad que si se hubiese tratado de cualquier otro acto natural de la vida; ella ha preguntado por diversas personas: ¿Están enteradas? decía.

Imaginé que con su mano espectral, la majestuosa figura del Inspector Pue me había dado el símbolo escarlata y el pequeño manuscrito que lo explicaba; y que también con su voz espectral me había exhortado á que, como una prueba de deber filial y de respeto hacia él, que podía considerarse oficialmente mi antepasado, diese al público sus lucubraciones ya mohosas y roídas por la polilla.

La he dado el dinero que usted me entregó, la he dicho que están pagados los quince dias de alquiler, la he exhortado á que se arrepienta, á que olvide ese amor funesto, y á que espere en la misericordia de Dios. ¿Y cómo está? la preguntó con impaciencia mi mujer. Quedó más tranquila, mucho más tranquila, y diciendo esto desapareció, dejándome las notas. No quise perder tiempo.

En cuanto a mi amiga, harto la he exhortado, condenando su insistente celibato, y se me figura que al fin mis prédicas no serán inútiles. No lo niegue usted. Su voluntad está vacilante, y en aquello de si caigo o no caigo; de modo que si una persona tan respetable como el Sr. D. Pedro uniera sus amonestaciones a las mías... D. Pedro estaba verde, amarillo, jaspeado.