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Solo, completamente solo, en el crepúsculo azul que descendía del cielo sobre los olmos cuajados de ligero follaje, a la luz de las primeras estrellas que se filtraba a través de las ramas de los árboles como chispas sembradas sobre el encaje de las hojas, caminaba por la ancha avenida escuchando aquella música tan bien acompasada y dejándome guiar por sus cadencias.

Algo hay, en efecto respondí ; pero no lo bastante, a mi entender y añadí, dejándome llevar demasiado de mis instintos un tanto prosaicos : porque todo ello es, al cabo, mera poesía.

Mis visitas de exploración minuciosa al pueblo las hice solo y por mi propia cuenta, dejándome aparecer en él como a la descuidada, para sorprenderle mejor en sus intimidades. Al conocer «de vista» a su vecindario en la misa del domingo anterior, ya me había llamado la atención muy vivamente cierta uniformidad monótona de «corte», digámoslo así, y hasta de indumentaria.

Resuena el bronce al apagarse el dia, Muge el rebaño en torno del vallado, Y el labrador regresa á su alqueria Dejándome de sombras circundado. Ya se borra el paisage entre las nieblas: Callada está la atmósfera tranquila: El insecto murmura en las tinieblas, Y se oye el éco de lejana esquila.

Guióme entonces el cura a un pequeño comedor, en el que también ardía un agradable fuego, y allí nos acompañó al preceptor y a mientras que tomábamos una merienda frugal, pues no quise privarme del placer de hacer los honores a la tradicional cena de Navidad. Después, dejándome reposar un rato, salió con el preceptor a preparar en la iglesia todo lo necesario para el oficio.

Oye me dijo dejándome para no ceder a la tentación de regañarme, quiero creer que no es esa tu última palabra. Tengo los informes más perfectos sobre el señor de Baurepois. Como fortuna y como relaciones no encontrarás cosa mejor... Es un hombre serio... Reflexiona. Y la abuela desapareció sin dejarme decir una palabra.

Siempre ha sido lo mismo; primero se metió á fraile para holgazanear, y porque una mozuela no le quiso, y ahora se me marcha á la guerra dejándome vieja y pobre, sin un alma de Dios que me traiga un brazado de leña del monte.... Consoláos, buena mujer, que con la protección de Dios él volverá sano y salvo y no sin su parte de botín.

Y ¿qué tal, cómo vamos? dije á Tintay. Mal señor: la bandala muy poco vale; este año no parejo al de mi marido; siguro no tiene comedia. Al recordarme la comedia, pregunté á Tenten: Y qué cosa, Capitán; ¿se casaron Pupen y Beten? Ca, no señor; Pupen está en la cárcel y Beten ... lo que es en cuanto á Beten, malo señor; y al decir malo hizo una pausa dejándome adivinar lo demás.

Yo estoy en peligro lo mismo que continuó Freya con acento desesperado . No cuál es el peligro que me amenaza ni de qué parte vendrá, pero lo adivino, lo presiento sobre mi cabeza... De nada puedo servirles; ya no les inspiro confianza y muchas cosas. Poseo demasiados secretos para que me abandonen, dejándome en paz; han acordado suprimirme: estoy segura de ello.

Díjele mi nombre, para que me anunciara, y salió dejándome solo en una especie de sala de armas, cuyas paredes estaban cubiertas de atributos de caza y retratos de familia. Aguardé un gran rato, sin ver aparecer a nadie. ¡La carrera de gloria y honores, con que yo había soñado, comenzaba por hacer antesala! Devorábame la impaciencia.