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La unidad es un gran bien; pero es menester contentarse con la medida que nos impone la naturaleza. La verdad, es preciso buscarla por los medios humanos, y en proporcion de nuestro alcance. Las facultades de nuestro espíritu están sometidas á ciertas leyes de que no podemos prescindir.

Y como no se le aparecía, ya se quedaba aguardándola largas horas, ya se ponía a buscarla por uno y otro lado y hasta penetrando en el obscuro y ruinoso torreón que pudiera acaso servirle de refugio.

Las llevo siempre conmigo; la reina por ahora no se atreve... pero si vuestros enemigos... si fray Luis de Aliaga... Ya os he dicho que Olivares, Uceda y Zúñiga, se sienten sin fuerzas, se rinden y vienen á buscarla en ; vuestro celo, don Rodrigo, os hace muy desconfiado. ¿Qué, creéis que yo no tengo poder?

Ello fue que un día de fiesta, no pudiendo don Luis ir a buscarla, envió con el carruaje a una parienta, quien a la hora del almuerzo volvió sola, refiriendo que la buena madre había dicho que mademoiselle Paz no salía.

Que vengo a rogar a usted se encargue aquí de mis asuntos y lo arregle todo en la forma que mejor le plazca. ¿Qué piensa usted hacer, pues? Seguir sus huellas, o las de su tía... buscarla... descubrir su paradero... ¿Enfermo, como se encuentra, quiere partir mañana para Burdeos? ¡Mañana! ¡Sería demorarme demasiado! En efecto, salió de París aquella misma noche.

Acaso no sea posible volver a verle hasta el próximo equinoccio de la misma estación, y ya para entonces el Príncipe tártaro me le habrá muerto. El Príncipe tártaro le matará en cuanto reciba la carta de su padre, y ya ha salido a buscarla con cuarenta de los suyos.

Lo que Luz no recordaba bien era el timbre de la voz de su acompañante de allá; pero en cuanto oyó hablar al otro de carne y hueso, exclamó para con nuevo asombro: «¡El mismoEste otro la dijo que había ido a buscarla allí, porque una corazonada le había declarado que allí la encontraría.

Los desgraciados la odian por instinto, al recibir sus limosnas: evitan el buscarla mientras pueden, viendo en ella una institución degradante, que perpetúa su esclavitud. Ese es otro de los grandes fracasos de la moral cristiana.

La he encontrado en el camino, á eso de las cinco. Nos hemos cruzado. Ella me dijo, que pensaba llegar hasta la torre d'Elven. ¡A la torre d'Elven! Se habrá extraviado en los bosques. Es preciso ir á buscarla prontamente. Que se den las órdenes. El señor de Bevallan pidió en el momento caballos.

Vendré por aquí... No se mueva usted de esta casa. Yo le daré algo para que se mantenga y pague el alquiler...». Relimpio tembló con sudor frío. «Por mi hijo y por usted consiento en ser Isidora algunos ratitos. Conque... abur, abuelo...». Corrió hacia la puerta, y hallando que no estaba la llave en ella, como de costumbre, retrocedió para buscarla.