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Actualizado: 25 de noviembre de 2025
El segundo acto había terminado. Al bajarse el telón me hizo mirar el reloj, y viendo las once, dijo que era necesario partir en seguida, porque á las once y media, á más tardar, iba el criado á buscarla. Salimos del teatro. La noche seguía tibia y estrellada: á la puerta aguardaba una larga fila de coches, que nos fué preciso evitar.
Toda la noche la paso hablando contigo y con la Nela... ¡la pobre Nela!, tengo curiosidad de verla, una curiosidad muy grande. Yo misma iré a buscarla mañana.... Vaya, se acabó la conversación. Calladito, o me marcho. Quédate.... Hablaré conmigo mismo.... Ahora voy a repetir las cosas que te dije anoche, cuando hablábamos solos los dos... voy a recordar lo que tú me dijiste.... ¿Yo?
Y salió a buscarla, sin impaciencias, por aquel camino que eligió a la casualidad. Apenas llegó, oyó hablar de ella y hasta supo cuál era su linaje. No se desanimó al conocerle, ni dudó que aquella Luz de que hablaban pudiera ser otra Luz que ella. Y así sucedió. Lo demás no tenía para qué referirlo, porque ya lo sabía Luz... y su madre también.
Como puede inferirse, la fuga de Soledad impresionó hondamente el corazón del guapo. Pero el exceso mismo del golpe trajo consigo el abatimiento: en pos de éste vino una resignación desesperada que le guardó de dar paso alguno para buscarla y atraérsela. Hizo de tripas corazón y procuró distraer su dolor con el trato de los amigos más bulliciosos.
Conque daos prisa y venid, que os espera la dama más hermosa que se tapa con guardainfante. ¡Ah, mal engendro! ¡injerto de dueña en cuerpo de sapo!... ¿qué me querrás tú que bueno sea?... Mas ahora recuerdo... en efecto... doña Clara Soldevilla tiene el malísimo gusto de hacerse servir por ti: si es ella quien me llama, huélgome, porque si ella no me llamara iría yo á buscarla.
Ella se casaría con Luis Dupont... ¿Que le aborrecía? ¿Que había huido de él después de aquella noche horrible?... Pues esta era la única solución. Con la honra de su familia ningún señorito jugaba impunemente. Si no le quería por amor, le toleraría por deber. El mismo Luis iría a buscarla, a pedirla la mano. ¡Le odio! ¡Le aborrezco! decía Mariquita. ¡Que no venga! ¡No quiero verle!...
Dejó de apretar mi mano y hasta retiró la suya: volví a cogerla disimuladamente, pero al poco tiempo la retiró de nuevo. El segundo acto había terminado. Al bajarse el telón me hizo mirar el reloj, y viendo las once, dijo que era necesario partir en seguida, porque a las once y media, a más tardar, iba el criado a buscarla. Salimos del teatro.
Y se puso a buscarla por la casa adelante. Iba diciendo siempre: Quiero verla, ¿dónde está? Narcisa le contempló con sorpresa primero; después, con gozo; luego, con una crueldad brava y horrible. Corrió tras él y le dijo con voz opaca, llena de perfidia: ¿La quieres?... Yo te la buscaré.... Te la doy para ti..., te la regalo....
Pasados algunos meses, y después de haber gastado todo el dinero que ella le llevó, la abandonó en Valencia, adonde fue a buscarla su desventurado padre, para traerla deshonrada, ni casada, ni viuda, ni soltera. Ved ahí, sobrinos míos, adónde conduce el extranjerismo exagerado y falso. Rafael, tú habrías podido ahorrarle sus desgracias dijo la condesa. ¡Yo! exclamó su primo.
Pero lo que temía era que hubiera resuelto huir; no creía que tuviera la decisión de morir: ¡aun no la conocía!... Pasé una noche tremenda. Ella también la pasó en vela. Cien veces, mil, quise ir a buscarla, pero su puerta me estaba vedada. Por la mañana vino Alejandra a buscarme, a llamarme, con la intuición de una catástrofe. La prometí partir, pero antes quise ver por última vez a Florencia.
Palabra del Dia
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