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Merece también conocerse lo que refiere Ortiz de Zúñiga en los Anales de Sevilla, puesto que menciona representaciones hechas en el año 1327 para solemnizar la entrada de Alfonso XI en dicha ciudad: «De Córdova vino el Rey á Sevilla, y aunque no consta el día de su entrada, estava en ella á 10 de julio, y fué recibido con la solemnidad que pondera su crónica.

Os daré... la traición que haré por vos á mis amigos. ¿Es decir?... Que sabréis cuanto piensan Olivares, Zúñiga, Sástago, Mendoza, cuantos están contra vos, y de los cuales seguiré fingiéndome amigo. Aceptado dijo Lerma, tendiendo la mano crispada á su hijo ; aceptado, señor duque de Uceda. Pero se me ocurre una cosa. ¿Qué? Conocen nuestros secretos dos hombres.

Don Lope de Zúñiga." Mejor dijera, dijo el soldado, vuestro dinero me responde, y fuera mayor encarecimiento. Pero este don Lope y de Zúñiga, y viniendo con órdenes, y en las galeras de Leiva, no puede ser sino el superior de un tercio y amo mío; y ahora recuerdo, Mercado hijo, que decir que tenía heredamiento por estos rincones de Andalucía.

Con este conocimiento fué Antonio Pérez á visitar al Embajador D. Baltasar de Zúñiga, quien no sólo aprobó los consejos del Conde, sino que informó al Peregrino de los despachos del Duque de Lerma, en los mismos términos concebidos .

Retiráos, señoras dijo la reina á la de Lemos y á doña Beatriz de Zúñiga ; vuestro servicio ha concluído, no me recojo. Las dos jóvenes se inclinaron. La duquesa de Gandía quedó temblando ante Margarita de Austria. Debísteis registrarlo todo antes de suponer que yo no estaba en mi cuarto; ¿dónde había de estar, duquesa de Gandía, la reina, sino en palacio y en el lugar que la corresponde...?

Estas cosas más redundan en profanación que en provecho del culto de Dios, y tienden manifiestamente, como ha probado la experiencia, á excitar la risa del pueblo, á distraerlo de su devoción y á perturbar el oficio divino. V. la prolija descripción de estas representaciones en los Anales de Sevilla, de Ortiz de Zúñiga, edición de 1799, tomo III, págs. 339 y siguientes. Ibid., tomo III, pág. 365.

Rosas, empero, resistía blandamente, mañosamente. «No es para hacer uso de ellas decía , sino porque, como dice mi secretario García Zúñiga, es preciso, como el maestro de escuela, estar con el chicote en la mano para que respeten la autoridadLa comparación ésta le había parecido irreprochable y la repetía sin cesar. Los ciudadanos, niños; el gobernador, el hombre, el maestro.

Con el Embajador Zúñiga y con el Condestable de Castilla, contaba á ciencia cierta que habían de encarecer el valor de su intervención en el tratado de paces, porque se le acordara siquiera domiciliarse en Flandes al lado del segundo; por el lado del Embajador de Inglaterra, Tomás Parry, se había provisto de cartas para Cecil. Completamente equivocado el Sr.

Mi señor padre teme que haya quien tire de la cortina, y deje ver sus tratos con la Liga y sus inteligencias con Inglaterra. El duque de Uceda no ha debido decir esto de una manera muy secreta, porque lo ha sabido su padre, y sin perder tiempo ha propuesto al rey la guerra contra la Liga, y ha enviado de embajador á Inglaterra á don Baltasar de Zúñiga.

Que en medio del infortunio había tenido al menos el consuelo de advertir que el ilustre Condestable de Castilla, D. Baltasar de Zúñiga, Embajador de España en Francia, y Ángelo Badoer, Nuncio de Venecia, no habían olvidado la manera de conducirse con ellos en este delicado asunto. Por último, que con las manos juntas se confiaba en Dios todopoderoso y en la gracia de su soberano.