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Mi existencia sólo sirve para hacer sufrir a los demás, sin culpa mía, bien lo sabes. ¡Ay, Marianela! Te escribo desde mi cuartito, a las dos de la mañana. Todos duermen en casa. Se han pasado el día atosigándome con sus planes, que no son los míos. La ventana está abierta. Las estrellas me envían sus resplandores.

Bueno; lo que deseo, en resumen, es una respuesta definitiva, porque, con Clotilde, ya no me entiendo; no a qué atenerme; ella dice que , lo desea, lo ; pero nunca me trae la respuesta de la muchacha. Y esto es lo que yo deseo. ¿Se compromete usted a darme esta respuesta? Me comprometo. Hablaré con Inés, y la sacaré a usted de dudas. Gracias, Marianela. No hay de qué, misia Melchora.

Un día quiso Florentina que Marianela le enseñara su casa, y bajaron a la morada de Centeno, cuyo interior causó no poco disgusto y repugnancia a la señorita, mayormente cuando vio las cestas que a la huérfana servían de cama.

Aquí enfrente están las máquinas de lavado, que no trabajan sino de día; a mano derecha está el taller de composturas y allá abajo, a lo último de todo, las oficinas. En efecto; el lugar aparecía a los ojos de Golfín como lo describía Marianela.

Pero, ¡qué temporal, querida Marianela, qué temporal hemos corrido!... Una vez liquidadas todas las deudas, nos quedó, como te digo, la estancia vieja y unos trescientos mil pesos. Y entonces me dijo Ricardo: «¿ te atreves a enterrarte unos cuantos años en «Los Carpinchos?» «Yo me entierro contigo en el fin del mundo» le respondí. Gran abrazo.

Si Marianela usara ciertas voces habría dicho: Mi dignidad no me permite aceptar el atroz desaire que voy a recibir. Puesto que Dios quiere que sufra esta humillación, sea; pero no he de asistir a mi destronamiento. Dios bendiga a la que por ley natural va a ocupar mi puesto; pero no tengo valor para sentarla yo misma en él.

Marianela; 2 pesetas. La Familia de León Roch; 3 tomos, 6 pesetas. El Amigo manso; 3 pesetas. La Desheredada; 8 pesetas. El Doctor Centeno; 2 tomos, 6 pesetas. Tormento; 3,50 pesetas. La de Bringas, tercera parte del Doctor Centeno; 3 pesetas. Lo Prohibido; 2 tomos, 6 pesetas. La Fontana de Oro; 2 pesetas. Episodios Nacionales: edición ilustrada con más de 1.200 facsímile. Tomo I. Trafalgar.

Al día siguiente vino Petrona a visitarme, y como es tan ingenua y tan pintoresco su lenguaje, exclamó, dándome un abrazo: «¡Ay, Marianela, muchas gracias por haber hecho girar a la Pepa!». Inés se ríe del dicho de Petrona, pero noto que al punto vuelve a quedarse ligeramente triste. Trato de animarla: ¿Y qué tal la conversación de los cipreses? ¿Muy interesante, eh?... Mucho.

Mi hermano es amigo de Carlitos, y se le figura que tengo una suerte loca. Si papá viviera... ¡ah!... él no vería más que mi corazón, ¡pobre viejo!...; riquezas, estancias, apellido, todo estaba de sobra si mi corazón no era feliz. Era un criollo a la antigua, romántico, bravo, generoso, altivo. ¡Sabía ser pobre. ¡Ay, Marianela, la gran miseria de nuestros días es no saber ser pobres!...

El amor es loco, Marianela. Es la única locura sensata. Hay otras, el orgullo el envanecimiento, la soberbia, que son mucho más insensatas. Pero todos padecemos estos defectos. Ahora bien: debemos aplicar la reflexión a reprimirlos todo lo posible; porque, si la vanidad de los demás resulta intolerable cuando lastima la nuestra, pasa igual a los otros cuando la nuestra lastima la suya.