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Absorto en sus recuerdos, sorprendióle la repentina aparición de un hombre vestido como los campesinos del país, alto y vigoroso, que le interceptó el paso enarbolando largo y nudoso bastón. ¡Ni un paso más! gritó el desconocido. ¿Quién eres que así te atreves á poner el pie en este bosque? ¿Qué buscas y á dónde vas?

Me lo temí; ¡es el enredador de más malas entrañas!... Quítate de delante, canalla, ó te arrimo un botellazo que te rompa las muelas. ¿Cómo te atreves á acercarte á una persona decente con esas tretas de tan mala ley?...

Cuando veas á mis padres... cuando veas á mis padres díles que el día menos pensado me planto en Canzana, que un día ú otro me escaparé porque no puedo sufrir más... ¿Es de veras eso? exclamó Nolo en el colmo de la sorpresa. ¡Y tan de veras!... No lo he hecho ya porque no he tenido ocasión para ello. El mozo permaneció silencioso. Al cabo preguntó con timidez: ¿Te atreves á venirte conmigo?

Suponte que me obliguen a embarcarme, que me destierren, que durante mi forzada ausencia engañen a la pobre muchacha y la casen contra su voluntad; figúrate que esto suceda, y... ¡Oh!, señora exclamé con vehemencia eso no sucederá mientras usted y yo vivamos para impedirlo. Hablemos a Inés, revelémosle lo que ya debiera saber... Díselo , si te atreves... ¿Pues no me he de atrever?...

¿Cómo que no sabes? ¡Y te atreves a decirlo! ¿De dónde procede el Espíritu Santo? ¿Procede del Padre o procede del Hijo, o de los dos? ¿O es que crees que su hipóstasis es consustancial con la hipóstasis del Padre o la del Hijo? No nada de eso. ¿Queréis canciones? ¿No queréis comprar canciones a Ipintza, el Loco? ¡Ah! ¿De manera que no contestas? Entonces eres herético. Anathema sit.

Pues ¿cómo te atreves, ingrato, a sostener que eres pobre? Don Braulio, que iba sentado en la bigotera, al oír tan cariñosas frases en tan linda boca no pudo contener la emoción; se le saltaron las lágrimas y, tomando la mano de su mujer, la besó fervorosamente. Doña Beatriz sintió en su mano una lágrima, que cayó sobre ella al dar el beso don Braulio.

?Te atreves a negar al grande Ariman hallandose sobre su trono, lo que le concede toda la tierra, sin haber visto el terror de su gran poder? Prosternate te digo. Que Ariman se prosterne delante del que es superior a el, delante del Eterno e Infinito, delante del soberano Criador, que no le ha destinado a que se le de adoracion; que el se arrodille, y yo lo ejecutare igualmente.

Realmente, Margarita Brunet, con este último rasgo de fidelidad, tan en desarmonía con su olvidadizo temperamento, no hizo más que pagar una deuda sagrada: Neuville, en efecto, fué quien, al mismo tiempo que conquistaba aquel corazón ingrato, fijó su destino. Deslumbrado bajo las pupilas fulgurantes y arcanas de su ídolo, el modesto actor repetía: «Has nacido para actriz. ¿Por qué no te atreves?

Pero si fuere una enfermedad del alma la que tengo, entonces me pondré en manos del único Médico del alma; él puede curar ó puede matar según juzgue más conveniente. Haga conmigo en su justicia y sabiduría lo que crea bueno. Pero ¿quién eres , que te mezclas en este asunto? ¿, que te atreves á interponerte entre el paciente y su Dios? Y con ademán furioso salió á toda prisa de la habitación.

No eres hombre si no echas al viejo de tu casa. No, no era hombre para hacerlo el infeliz. Se avergonzó, lloró y quiso retirarse. Pero un amigo le dijo: No te amilanes, Ángel. Si no te atreves a armarle bronca al tío, bébete unas copitas de más y le echas por el balcón. El sillero hizo caso del consejo.