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Actualizado: 17 de junio de 2025


Ahí tienes un problema que me está dando muchos dolores de cabeza. No qué hacer. Lo pienso y lo pienso día y noche y... no , no si me animaré a bailar. A ¿qué te parece? Que debes bailar; no mucho, pero un poquito. Es que si empiezo... no si me detendré; porque, hijita, a pesar de mis penas y de mis amarguras... es una cosa, Marianela, que bailo sola.

Pero Marianela había mezclado con su admiración el culto, y siguiendo una ley, propia también del estado primitivo, había personificado todas las bellezas que adoraba en una sola, ideal y con forma humana. Esta belleza era la Virgen María, adquisición hecha por ella en los dominios del Evangelio, que tan imperfectamente poseía.

Marianela trató de andar. Carlos le daba la mano. No, no; ven acá dijo Teodoro, tomando a Marianela por los brazos. Con rápido movimiento levantola en el aire y la sentó sobre su hombro derecho. Si no estás segura, agárrate a mis cabellos; son fuertes. Ahora, lleva el palo con el sombrero.

Quizá en marzo, si logro arreglar las cosas. Ya se lo he dicho a Jorge y está conforme. Hijita, tienes un marido ideal. Así es, gracias a Dios. Pero hablemos de . llevas algún plan a Mar del Plata. ¡Marianela!... Ninguno, ¡qué cosas tienes!... No seas gazmoña, Margarita. ¿Qué tiene ello de particular? Es la cosa más natural.

Yo la quiero a usted mucho, la adoro repitió Marianela besando los pies de la señorita pero no puedo, no puedo.... ¿Qué no puedes?... Levántate, por amor de Dios. Florentina extendió sus brazos para levantarla; pero sin necesidad de ser sostenida, la Nela levatose de un salto, y poniéndose rápidamente a bastante distancia, exclamó bañada en lágrimas: No puedo, señorita mía, no puedo.

El trato social se hace posible a fuerza de limarnos todos un poquito. Bien, Marianela. Volvamos a nuestro asunto. Volvamos, misia Melchora. Mi nieto es bueno; usted le conoce. Yo le he educado muy bien, en Inglaterra y en Francia. Es un muchacho sin vicios. No ha estudiado una carrera porque, gracias a Dios, no la necesita.

¿Y se lo dijiste luego a él? . ¿Y sabes lo que me contestó? Que otro día le pida a la vez que gane el premio internacional Torbellino, un caballo que ha comprado y con el cual sueña a todas horas. ¡Ay, Marianela, yo no qué va a ser de ! ¡Ese Jockey!... ¡Ojalá se hunda! ¡Ojalá se quiebren las patas todos los caballos de carreras!...

Y aunque Eleuterio ha sido constante en sus principios, aceptó, por patriotismo. Pero él es siempre el mismo hombre de acero. El cañón y el florete se componen de igual materia; y aunque el florete se doble y el cañón no, ambos son de acero. Sigue, Petrona... Yo creo, Marianela, que lo importante en un hombre político es su origen, lo que fué primero, no lo que fué después.

Hace ya tiempo digo a Petrona, para halagarla y también por justicia que Eleuterio debía ser ministro. ¡Un hombre que sabe tanto!... ¡Qué quieres, Marianela: así son las cosas! En este país no se sabe apreciar a los hombres; el que se mata a estudiar en silencio, se queda atrás, y el que charla, sigue viaje...

Pero todo ha terminado, si nos guiamos por las copiosas lágrimas de Luisa. ¡Ay, Marianela, qué desgraciada soy! ¿Tanto, tanto? ¡Mucho, mucho! Pues ¿qué te pasa? Que Daniel me abandona. ¡Cómo! ¿Qué dices? , me abandona. Ya no soy para él lo que antes era. ¡Así son los hombres!... Oye, Luisita; las mujeres hablamos mal de los hombres en general, y los amamos en particular.

Palabra del Dia

rigoleto

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