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Cada cañería vomita como boca inmunda las aguas de uso doméstico y de las calles, y se convierte en un torrente nauseabundo; al llegar á una curva se precipita en cascada por un tragadero. Este torrente impuro es el único que los niños de la ciudad pueden estudiar y que contribuye, más de lo que parece, á hacernos amar á la naturaleza. Recuerdo todavía lo que hacía de niño.

El mongrullo es el pescado mas grande que se encuentra en este rio; hay algunos que pesan un quintal, y tienen dos varas de largo: su piel es lisa, y el color ceniciento, algo inclinado á amarillo, su cabeza está llena de espinas; su paladar áspero, y su gola ó tragadero ancho: es muy fuerte y pesado, y pide una red firme, y gran fuerza para cogerlo.

El zurubí es casi del tamaño del mongrullo y nada inferior en el gusto: su cabeza es casi una tercera parte de su cuerpo, y toda espinas: tiene la boca muy grande y chata, y su tragadero ancho: su piel suave y de color ceniciento, pintada como la de un tigre: su carne blanca, sólida, sana y de buen gusto, siendo el mejor de los pescados sin escama.

Parecía una gran lengua. Junto a ella se adivinaba, más bien que se veía, un hueco, un tragadero, oculto por espesas yerbas, como las que tuvo que cortar D. Quijote cuando se descolgó dentro de la cueva de Montesinos. La Nela no se cansaba de mirar. ¿Por qué dices que está bonita esa horrenda Trascava? le preguntó su amigo. Porque hay en ella muchas flores.

Beber y más beber. El vinazo y el aguardientazo le remataron. Una mañana despertó ella oyéndole dar unos grandes gruñidos... así como si le estuvieran apretando el tragadero. ¿Qué era? Que se estaba muriendo. Saltó espantada de la cama, y llamó a los vecinos. No hubo tiempo de suministrarle y sólo le cogió la Unción. Esto pasaba en Lérida.

El patí no es de menor tamaño que los dos mencionados, aunque lo es su cabeza y tragadero. El color de este pez es como el del mongrullo, su carne es algo amarilla, y se estima tanto como el zurubí. El armado es grueso y fuerte, pero no grande: su espalda y costados estan llenos de puntas fuertes y agudas: cuando le cogen, gruñe y hace lo que puede por llegar.

Al poco rato dibujose la figura de la vagabunda en lo más hondo que se podía ver del horrible embudo. Choto, después de husmear el tragadero de la Trascava, subía describiendo las mismas espirales. La Nela subía también, pero muy despacio. Detúvose, y entonces se oyó su voz que decía débilmente: ¿Señor?... Que subas te digo.... ¿Qué haces ahí? La Nela subió otro poco.

Íbamos al Norte de América, tragadero insaciable de hombres, olla hirviente de razas, tierra de prodigios absurdos y opulencias insolentes... Pero ahora, el camino se ha bifurcado: conocemos nuevos mundos.

Si no estoy equivocado, la deglución de esta gran bola por el ancho tragadero de D. Francisco acaeció en Abril. Tranquila descansaba Rosalía en la idea de lo remoto del pago, creyendo poder reunir la suma en un par de meses, cuando allá por los primeros días de Mayo... ¡zas!, la cuenta.