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El Nacional levantó sus ojos a lo alto. ¡Y así acababa un hombre como aquel, sin poder estrechar la mano de los amigos, sin decir una palabra, repentinamente, como un mísero conejo a quien golpean en la nuca!... La desesperación le hizo salir de la enfermería. ¡Ay, él no podía ver aquello!

Peligraría la integridad de la patria... Así es como S. E., con una risa de conejo y echándoselas de cazador descontento, ordenó la inmediata vuelta á Los Baños, no sin hablar durante el viaje de sus hazañas cinegéticas en tal ó cual soto de la Península como quien no quiere la cosa, adoptando un tono algo despreciativo, muy conveniente al caso, para las cacerías de Filipinas, ¡psé!

Y , golfito serio, con toda tu sabiduría, eres tan incapaz de adivinar, tan ciego... que no sabes distinguir entre Feliciana o las cachuelas de conejo a que te convida su padre. Maltrana era ahora el que se sentía turbado, no sabiendo qué contestar. Su timidez encogíase ante la audacia con que se expresaba la mascarita.

No existían a la vista otras pruebas de las aficiones del amo que las jaulas colgadas al exterior en las horas de sol y los perros que dormitaban enroscados ante la puerta. Soy un cazador legal decía con zumbona gravedad a los guardas cuando éstos aparecían . Me dedico a los pájaros con red, o llevo los perros a las tapias de El Pardo, por si algún conejo se sale del término.

El hombre, cuanto más ignorante, más dichoso... Y lanzaban miradas de abominación al armario de los libros, como si fuese un depósito de maldades, mientras el mueble infeliz seguía guardando en sus entrañas un tesoro de volúmenes inofensivos, regalados en su mayor parte por el Ministerio a instancias del diputado del distrito; versos a la Virgen María, y cancioneros patrióticos; guías para la cría del canario y reglas para lo reproducción del conejo doméstico.

Pero ¡esto es absurdo! ¡Esto es desconocer la realidad! Y Sarrió se remueve en su asiento, torna a leer el pasaje, lo lee de nuevo. , esto es negar la evidencia; esto es trastocar el orden natural de los fenómenos. Porque un conejo de monte, siempre, desde el origen de las cosas, ha tardado en cocerse más que uno casero. Y Sarrió siente que su fe en este libro, único para él, vacila.

3 De entre los animales, todo el de pezuña, y que tiene las pezuñas hendidas, y que rumia, éste comeréis. 4 Estos sin embargo no comeréis de los que rumian y de los que tienen pezuña: el camello, porque rumia mas no tiene pezuña hendida, habéis de tenerlo por inmundo; 5 también el conejo, porque rumia, mas no tiene pezuña, lo tendréis por inmundo;

¿Y qué diantre de carnerada es esa? preguntó Pedro Lobo riendo, aunque preocupado y un tanto cuanto con la risa del conejo. La carnerada contestó Madame Duval , es un raro arte de esgrima que los negros aprenden y ejercen. Como tienen la cabeza más dura que hierro, hacen de ella un arma y llegan a dar topetadas feroces y a veces mortales.

El pecho, el alma, el corazon, la mano Di á PEDRO DE MORALES y un abrazo, Y alegre recebi á JUSTINIANO. Otros dos al del Layo se llegaron, Y con la risa falsa del conejo, Y con muchas zalemas me hablaron. Yo socarron, yo poeton ya viejo Volviles á lo tierno las saludes, Sin mostrar mal talante, ó sobrecejo.

No se atrevía a aproximarse a la paseante blanca, cuando de pronto un niño entró corriendo en la avenida y se perdió entre los árboles, como un conejo asustado que atraviesa un sendero del bosque. Reconoció en aquel niño a su hijo y recobró su audacia. ¿Qué es lo que temo? pensó . Nadie tiene derecho a echarme de aquí. Que esa mujer viva o que haya muerto, soy madre y vengo a ver a mi hijo.