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¡Cómo! ¿V. no sabe jugar al bridge? exclamó la dueña de la casa, mirándome de pies a cabeza con su impertinente... Y luego añadió, ante sus invitados: ¡Este señor no sabe jugar al bridge! Su exclamación, dicha del modo más despreciativo, produjo consternación y casi espanto. Todos me rodearon, mirándome asombrados, como a un animal extraño o un criminal terrible.

Al hacer plato la tía Felicia, Celso no pudo reprimir una sonrisa irónica acompañada de un resoplido despreciativo. Y mirando con estupefacción aquel manjar despreciable murmuró por lo bajo: ¡Mal rayo! ¡Nabos y berzas! Lo mismo que si no los hubiera visto en su vida, aunque su abuela se los hacía tragar la mayor parte de los días.

Me sentí herido, y murmuré una disculpa, que no calmó la cólera de don Juan, sino que, por lo contrario, le impacientó, porque, interrumpiendo mis excusas, agregó en tono despreciativo: ¡Bien! ¡Bien! ¡Que no se repita esto!... Me voy al juzgado. Avise usted a las muchachas que no me esperen.... Volveré entre cuatro y cinco. Ahí en mi bufete está un escrito.... ¡Cópiele usted!

EL FILÓSOFO. Es decir: nos es cara... a nosotros. ¡Pero Dios haga que ese capital, colocado aquí en oremus, nos proporcione allá arriba la vida eterna! ¡Silencio, el hereje! gritaron. El fraile hizo un gesto despreciativo y continuó: ¡Cuán cara me es vuestra salvación!... porque yo me expongo a pasar días enteros con ese hijo de Satanás, para que Dios no se irrite de vuestras relaciones con él.

Pero después de haber navegado en un mar proceloso, la popa de su esquife ha conseguido una orilla de paz y de reposo.» ¡La popa, la popa! dijo Durand con aire despreciativo ; ¡la proa, la proa, sacristán!

Este es el caso, Nieves: éste es el caso de importancia para . Niega ahora mis supuestos y llámame injusto, y, sobre todo, dime qué contestación he de dar yo a ese pobre muchacho. Si has de darle la que merece respondió Nieves con gesto despreciativo , no hay que calentar mucho la cabeza para discurrirla. A ver.

Peligraría la integridad de la patria... Así es como S. E., con una risa de conejo y echándoselas de cazador descontento, ordenó la inmediata vuelta á Los Baños, no sin hablar durante el viaje de sus hazañas cinegéticas en tal ó cual soto de la Península como quien no quiere la cosa, adoptando un tono algo despreciativo, muy conveniente al caso, para las cacerías de Filipinas, ¡psé!

La condición que le mantenía abiertas las puertas de la alta sociedad era su valor y su cinismo. Además, era un desvergonzado, hablaba siempre en tono despreciativo, aunque fuese a la persona más respetable, dispuesto a burlarse de todo el mundo. Estas cualidades le habían hecho adquirir gran prestigio entre los jóvenes salvajes.

Pero Tristán dejó escapar un bufido despreciativo y acto continuo se puso a disertar sobre la decadencia del arte dramático: los autores unos ganapanes que miraban sólo a las ganancias repitiendo hasta la saciedad los mismos chistes y las mismas situaciones, los músicos unos plagiarios que sin pudor fusilaban a los maestros franceses y alemanes, los cómicos unos payasos amanerados insufribles...

Extrañó, pues, a todos, verle aparecer en tan críticos momentos, abandonando su alto puesto, y recibiéronle con el despreciativo recelo que infunde siempre el enemigo derrotado que se pasa después de la batalla al campo victorioso.