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16 Desde Dan se oyó el bufido de sus caballos; del sonido de los relinchos de sus fuertes tembló toda la tierra; y vinieron y devoraron la tierra y su abundancia, ciudad y moradores de ella. 17 Porque he aquí que yo envío sobre vosotros serpientes, basiliscos, contra los cuales no hay encantamiento; y os morderán, dijo el SE

Pasó cautelosamente de silla en silla, como una chicuela que desea escaparse, llegando de este modo hasta el comedor. Allí cobró ánimo, y poniéndose de pie, se aventuró francamente en un pasadizo inmediato. Casi tropezó con la doncella, que volvía al salón llevando más agua caliente para el . La vieja la saludó con un bufido implacable. ¡Presumida!... ¡Fea!

Ahora reconozco que no lo pasará bien el primer hulano que entre en su calle. Con un simple ademán limpia de gente una parte del banco, para que se instalen con amplitud los dos ancianos. Queda espacio libre, pero yo me guardo bien de volver á sentarme. No quiero recibir un bufido con acompañamiento de varios nombres de pescados deshonrosos.

D. Félix dejó escapar un bufido desdeñoso. El Sr. de las Matas quedó pensativo unos instantes. La sonrisa que contraía su boca se extinguió. Al cabo exclamó con voz sorda y tono profético: ¡Ay de los pueblos que corren presurosos en busca de novedades! ¡Ay de los que, olvidando las pristinas y sencillas costumbres de sus mayores, se entregan á la molicie! ¡Ay de los aqueos! ¡ay de los dorios!

Yo he renunciado a todo hace tiempo, querido. Di lo que quieras y tómate el tiempo que se te antoje. Tímidamente y ruborizándose muchas veces, Mario le contó lo que le pasaba, rogándole con insistencia el secreto. Cuando terminó de hablar, Miguel permaneció grave y pensativo. Al cabo dejó escapar un leve bufido de desprecio. ¡Camarada, qué suegra te ha tocado!

Durante la semana, paseando entre las cajas del taller, manchado de tinta y oliendo a papel húmedo, pensaba nostálgicamente en los cerros cubiertos de pinos, alcornoques y robles, en los matorrales que se abrían ante el hocico de los venados, escapando éstos después con un bufido de alarma, en los grandes espacios de cielo azul, con las cimas nevadas del Guadarrama en el fondo, como una muralla de almenas de plata que brillan al sol.

Pero Tristán dejó escapar un bufido despreciativo y acto continuo se puso a disertar sobre la decadencia del arte dramático: los autores unos ganapanes que miraban sólo a las ganancias repitiendo hasta la saciedad los mismos chistes y las mismas situaciones, los músicos unos plagiarios que sin pudor fusilaban a los maestros franceses y alemanes, los cómicos unos payasos amanerados insufribles...

Miraba a aquel hombrecillo ya caduco con sus largas melenas grises que había pasado cincuenta años describiendo los ojos de las odaliscas y el galope de los caballos, los rugidos de la mar, el vuelo de las mariposas. ¿Y esto es un gran poeta? se preguntaba con un bufido desdeñoso. En un punto pasó de la admiración al desprecio.

Acometía al trapo rojo, siguiéndolo por algunos instantes, pero de pronto daba un bufido de extrañeza y volvía su cuarto trasero, huyendo en distinta dirección con violentos saltos. Su ágil movilidad para la fuga indignaba al público. Eso no es toro... ¡es una mona!

En medio de la pelea, Donde el coraje campea, Se lanzaba con ardor; Y su estridente bufido Cual del clarin el sonido Daba al ginete valor. A mi lado ha envejecido, Y hoy está cual yo rendido Por la fatiga y la edad; Pero es mi sombra en verano, Y mi brújula en el llano, Mi amigo en la soledad.