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Actualizado: 29 de octubre de 2025
Levantose grave, determinada, como el día que peroró en el banquete del Círculo Rojo. Oiga usté pronunció con tono despreciativo , esto que nos ha dado usté no nos hace falta, ni para nada lo queremos. Vaya usté a engañar con ello a donde haya bobos. Zeñora, no ha zío mi ánimo....
Roberto estaba todavía sentado, como yo lo había dejado, en una esquina del canapé; había fumado su cigarro, del que no le quedaba ya más que la punta entre los dedos, y el bordado de Marta contenía una flor que antes no existía. ¿Por qué te encoges de hombros con ademán tan despreciativo? me preguntó Marta. Y Roberto agregó: Parece que no tengo la aprobación de la señorita.
Le hablaba siempre en tono protector o despreciativo, apenas contestaba a su saludo cuando le daba los buenos días por la mañana y se reía en presencia de doña Mónica y la criada de sus luengas barbas. Aquí estaba el toque probablemente de su furiosa antipatía. Las barbas de Barragán crispaban al tirano y más de una vez había amenazado con ir a cortárselas por la noche mientras durmiese.
Este se encogió de hombros con supremo desdén, moviendo los labios de un modo despreciativo. Estaba de mal humor. Al ver la mesa puesta sin el plato de la niña, había preguntado por él. Su mujer le había contestado con malos modos: ¡Pero, hombre, no seas ridículo! ¿Quieres que la niña coma hoy con nosotros? ¿Por qué no? Venturita se había escandalizado.
Por la tarde llegó Jacoba con misterio y le entregó un billete de parte del conde. ¿Qué quiere de mí ese hombre? preguntó sorprendida y en tono despreciativo. No lo sé, señorita. Escribió la carta en mi casa y allí espera contestación. El billete del conde decía: «Amalia, sé que nuestra hija se halla en peligro de muerte.
¡Esa mujer está ahí!... dijo aquélla con voz alterada, los ojos relampagueantes de ira. ¡Es un escándalo! manifestó Osorio. Algunas personas ya se han ido, y en cuanto se enteren, se irán todas apuntó con más sosiego Calderón. ¿Qué mujer está ahí? preguntó el duque abriendo mucho sus ojos saltones. ¡Esa mujer!... esa Amparo la malagueña replicó su hija buscando el tono más despreciativo.
Luego me incorporé vivamente, porque Ruperto gritaba con despreciativo acento: ¡Ea, venid! ¡Aquí está el puente! ¡A no ser que Miguel el Negro os lo prohiba, perros, para convertirse él mismo en campeón de su dama! ¡Vén a batirte por ella, Miguel! Si la lucha había de ser entre tres bien podía yo tomar parte en ella, por malparado que estuviese. Di vuelta a la llave, entreabrí la puerta y miré.
Entretanto, reconfortábase al recordar el despreciativo gesto con que había respondido a las capciosas preguntas del Tribunal.
Palabra del Dia
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