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Una noche la infeliz esposa se encontraba ya recogida en su lecho, cuando la despertó don Fernando pidiéndole el anillo nupcial. Era éste un brillante de crecidísimo valor. Evangelina se sobresaltó; pero su marido calmó su zozobra, diciéndola que trataba sólo de satisfacer la curiosidad de unos amigos que dudaban del mérito de la preciosa alhaja.

Esto lo decía Bonis con los ojos estúpidos clavados en el rostro risueño y soez de la moza; lo decía con una voz y un tono como los que emplean los cómicos al despedirse del pícaro mundo al final de un tercer acto, cuando están con el alma en la boca y un puñal en las entrañas. El agua le calmó y dio cierta fuerza. Pudo levantarse y despedirse. No pensó en dar explicaciones ni disculpas.

En un arrabal sorprendieron los vecinos á dos individuos que enterraban armas debajo de una casa de tabla. Alborotóse el barrio; los habitantes quisieron perseguir á los desconocidos para matarlos y entregarlos á las autoridades, pero un vecino les calmó diciéndoles que bastaba con presentar al tribunal el cuerpo del delito.

Pero Gambetta dominó el tumulto, hizo bajar de la tribuna a Cassagnac, lo censuró, y calmó la agitación. He oído varias veces a M. Clemenceau, el gran orador radical. Le defendiendo a Blanqui, el condenado comunista, que había sido electo diputado por Burdeos. Es uno de los oradores que mejor habla y que posee dotes más notables.

Con la mitá de lo que tengo te quisiera yo ver, mediquín, matasanos de los demonios, a ver qué cara ponías... ¡Pues hombre!... Intervinimos todos, Neluco inclusive, para calmarle, y se calmó pronto; pero no apuntó la menor idea de prepararse a bien morir. Sobre este punto venía muy contrariado el médico.

Lloró largo rato, lloró copiosamente. Las lágrimas bañaban su rostro, caían sobre sus manos y las escaldaban. Cuando ya no pudo llorar más sintió una sed abrasadora. Pero gotas de agua filtraban por las paredes y por el techo. Con el hueco de las manos recogió á tientas algunas de estas gotas y las bebió. Sabía el agua á carbón, pero no importaba. Al cabo su sed se calmó.

Entonces la joven se acercó á él con semblante pálido que desmentía su forzada sonrisa. Pero, guasón, ¿te has creído la simpleza que acabo de decir? ¿Es que no se puede gastar una broma?... ¿Cómo has podido figurarte que yo me había de chalar por ese titiritero? El majo se calmó, soltó el cuchillo y se dejó caer sobre una silla. Soledad se sentó á su lado y charlaron un rato.

Mauricia apretaba los dientes; pero al fin, debió darle en la nariz el olorcillo, porque abriendo la bocaza, se lo atizó de un trago. ¡Cómo se relamía la infeliz! Se calmó y ¡pum!, la cabeza en la almohada.

Hase de confesar que los demas eran por lo menós tan desventurados como él; pero Candido esperaba que con el docto se aburriria ménos en el viage. Todos sus competidores se quejáron de la injusticia manifiesta de Candido; mas este los calmó repartiendo cien duros á cada uno. De lo que sucedió á Candido y á Martin durante la navegacion.

¡Cómo, Magdalena! vaya un modo de abandonar a las solteronas me dijo en cuanto se calmó un poco la emoción de una entrada tan bien combinada y no bien se hubo sentado en la silla que le indicó la abuela. Esto es una traición. No, señor cura respondí alegremente. Continúo mis estudios, con permiso de la abuela.