United States or Norway ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y descomponiéndose de pronto comenzó a vociferar bárbaramente, a proferir blasfemias y amenazas que hacían retemblar la casa. Concha corrió a refugiarse en su cuarto. Romadonga trató de calmarle; pero viendo que eran inútiles sus esfuerzos y que la vecindad se estaba enterando, tomó el sombrero y se fue.

Con la mitá de lo que tengo te quisiera yo ver, mediquín, matasanos de los demonios, a ver qué cara ponías... ¡Pues hombre!... Intervinimos todos, Neluco inclusive, para calmarle, y se calmó pronto; pero no apuntó la menor idea de prepararse a bien morir. Sobre este punto venía muy contrariado el médico.

Doña Lupe lo sospechó así, y mientras Fortunata se le llevaba otra vez a su cuarto, procurando calmarle, la señora cogió a la chiquilla por su cuenta, y con la persuasión de tres o cuatro pellizcos, hízole confesar que ella era culpable de lo ocurrido. «Mire, señora replicaba ella bebiéndose las lágrimas ; él fue quien empezó, porque yo no chisté.

Por eso cuando el joven, herido de algún desdén, de alguna palabra malévola de su mujer, se desataba en denuestos contra ella, sonreía con tristeza, procuraba calmarle, segura de que su cuñado no tardaría en humillarse, en ir contrito y avergonzado a besarle los pies. Cuando el prócer terminó al fin su monólogo, hubo unos instantes de silencio.

¡Qué me importa el ridículo! replicaba el desgraciado entre sollozos, con el rostro pegado a la seda de su vestido . Por ti me pondría en ridículo delante del mundo entero. Clementina hacía esfuerzos por calmarle, pero sin apiadarse. No hay fiera más cruel que una mujer hastiada. Le dejó desahogarse un rato, y cuando le vió más sosegado, se levantó del sofá.

Mientras tales sucesos se efectuaban en Altavilla y en las calles adyacentes, D. Juan Estrada-Rosa, presa de irritación indescriptible, se paseaba agitadamente por su gabinete mesándose los cabellos. Los consuelos hipócritas del marica de Sierra no lograban calmarle. Hablaba de salir a la calle y arrojarse sobre la insolente muchedumbre.

Dijo esta palabra con un alarido espantoso, levantándose del asiento y extendiendo ambos brazos como suelen hacer los bajos de ópera cuando echan una maldición. Jacinta se llevó las manos a la cabeza. Ya no podía resistir más aquel desagradable espectáculo. Llamó al criado para que acompañara al desventurado corredor de obras literarias. Pero Juan, queriendo divertirse más, procuraba calmarle.

Si te digo que tengo un medio, infalible no, infalible no, pero... es muy probable... veremos; quiero que te tranquilices, hijo mío. Es usted muy buena, tiíta Silda, pero, verá usted como todos los medios serán inútiles... ¿Qué sabes? déjame a , que yo lo que me digo. Hasta sonreía la infeliz señora, ansiosa de calmarle, de inspirarle valor y confianza. Pero, me has de ayudar, ¿eh?

Mil veces había bromeado con él diciéndolo cosas mucho más fuertes, verdaderas insolencias sin que jamás se le hubiese ocurrido enfadarse. Y ahora, por una chanza sencillísima, montaba en cólera de aquel modo extraño. Procuró calmarle con algunas palabras de disculpa: pero Manolito no le escuchaba.

Acercóse al orador el anciano aquel respetable y quiso calmarle. Por Dios, ¡mi amigo! basta de palabras gruesas; ya se ha desahogado usted bastante. ¡Un poquito de tranquilidad! ¡Ladrones! repitió el joven arrojando su sombrero contra la pizarra.