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Es deplorable que los desventurados ensayos dramáticos, que se han visto en nuestros teatros, hayan producido tales extravíos estéticos, que nos veamos obligados á perder el tiempo hablando de cosas tan sencillas y obvias.

Lo cierto es que hace algunos días les armó un lazo donde fatalmente fueron á caer los desventurados amantes. No se conocen los detalles de esta misteriosa y terrible venganza. El conde desapareció, y se da como seguro que ha pasado á Francia á formar parte de la corte del Pretendiente. Un mayordomo suyo, que la voz pública designa como el principal auxiliar del asesinato, también huyó del país.

Sin embargo, el cielo, que ha querido afligir a estos desventurados y virtuosos viejos con tantas pruebas, les reserva una esperanza.

Hase de confesar que los demas eran por lo menós tan desventurados como él; pero Candido esperaba que con el docto se aburriria ménos en el viage. Todos sus competidores se quejáron de la injusticia manifiesta de Candido; mas este los calmó repartiendo cien duros á cada uno. De lo que sucedió á Candido y á Martin durante la navegacion.

Los cadáveres de Doña Leonor y de Dieguito son conducidos en un féretro provisional, y los perseguidores de Don Manuel, renunciando á todo proyecto de venganza, lloran la muerte de los desventurados, inclinándose llenos de respeto ante los decretos de la Justicia Divina.

Perdonad, perdonad, señora dijo Montiño, notando el disgusto de doña Ana ; los desventurados creemos que nadie tiene que hacer más que pensar en ellos. Adiós, señora, adiós... y recibid mil plácemes por vuestra buena fortuna. Adiós, señor Francisco, adiós. El cocinero salió y doña Ana cerró con precipitación el postigo.

Pusosele en las manos; mas aunque fuese Zadig vorsado en muchos idiomas, no pudo conocer ni una letra, con lo qual se aumentó su curiosidad. Muy triste pareceis, le dixo el buen padre. ¡Tanto motivo tengo para estarlo! respondió Zadig. Si me dais licencia para que os acompañe, repuso el anciano, acaso podré serviros en algo; que á veces he hecho baxar el consuelo á las almas de los desventurados.

Cuentan profundos doctores que hubo otros tiempos mejores yo no cuándo sería en que el hombre en paz vivia sin penas y sin dolores. Yo, Mercedes, imagino que esto es cuento y nada más, pues del mundo en el camino, de ese tiempo peregrino ninguna huella verás. Mas, cuando me lo dijeron, pensando en los que vivieron aquella edad de ventura, exclamé con amargura: «¡Qué desventurados fueron

Bajo las patas del caballo de un ángel, que lo atraviesa con su lanza, en el centro de la iglesia de Villa del Pilar, en el Paraguay, he visto a un diablo en forma de lagarto, con alas de murciélago, sembradas de púas, enormes ojazos de buho y garras con uñas de buitre, y he pensado con pena en las pesadillas diurnas y en las noches de insomnio que la vista de semejante monstruo sobrenatural debe producir a los desventurados niños del pueblo.

Mas se notó en los ojos de Juan una dulce mirada, y no como de que se alegraba él por , sino por placer de ver tierna a Lucía. ¡Son tan desventurados los que no son tiernos! De la ciudad vendría lo mejor; para eso iba Pedro. ¿Quién no quería alegrar a Ana? Y ver a Sol del Valle, que estaba ahora más hermosa que nunca ¿quién no querría? Carruajes, los tenían casi todos los amigos de la casa.