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No habéis oído hace un momento a M. de Larnac que se atrevía a reprocharles que gastaban locamente su dinero? Nunca es una locura gastar el dinero. La locura es guardarlo. Vuestros pobres, pues estoy seguro que es lo que más os da que pensar, han tenido hoy buena suerte.

Un gran señor inglés, harto curioso, el Duque de Newcastle, pregunta cierto día al doctor Russell por qué se altera la raza y va degenerando; por qué aquellos lirios y rosas se cubren de escrófulas. Muy raro es que una raza empezada á gastar se rehaga; no obstante, en la raza inglesa obróse este milagro.

Además, para vestir a Julia con elegancia, para proporcionarle una educación brillante, no le dolía gastar todo su caudal, ni aun sacrificar sus propias comodidades. Mientras estuvo en Sevilla pudo competir en vestidos y sombreros con las hijas de las familias más aristocráticas. A esto se debía, por supuesto, la gran merma que sobrevino en la hacienda que el brigadier la había dejado.

Tambien el cura quería un par de pendientes de señora y encargaba al Capitan se los comprase. Los quiero de mabuti. ¡Ya arreglaremos cuentas! No tenga usted cuidado, Padre Cura, decía el buen hombre que tambien quería estar en paz con la iglesia. Un informe malo del cura podía causarle mucho perjuicio y hacerle gastar el doble: aquellos pendientes eran regalos forzados.

Su tarea casi cotidiana era gastar siete y ocho horas en oir confesiones, porque acudían todo género de personas nobles y plebeyas, que le amaban como padre y veneraban como santo, y él les correspondía con afecto de fina caridad.

Y para asegurarse el auxilio de estas colaboradoras, los gerentes les daban primas sobre lo que hacían gastar a los señores, algunos centenares de marcos al mes, que eran una entrada supletoria para vestidos y sombreros, compensando de este modo el regateo económico de sus familias.

Tenía para vivir cómodamente como soltero y para sufragar todo el costo de la vida del gran mundo. En esta época había ya empezado á gastar la herencia de mi padre, pero las tierras que había vendido eran de poco rendimiento y mis rentas no habían disminuído gran cosa. Tenía yo todavía cuarenta mil francos de renta.

El buen gusto y la economía tienen íntima relación. Al estrecharse un poco los presupuestos destinados al atavío, la mujer aguza su ingenio para suplir con el arte los adornos costosos. Y entonces está mejor, porque no consiste la elegancia en gastar mucho, sino en gastar bien.

Urbistondo no creía en el vapor; le parecía que gastar carbón, pudiendo navegar a vela, era una estupidez, y cuando veía que soplaba un buen viento, creyendo hacer un obsequio a la Compañía, mandaba apagar los fuegos, largaba las velas y se lanzaba a navegar como Dios manda.

Con estos 30.000 rs. que D. Jaime, por más que se resistió, tuvo que aceptar para no ofenderla, a más de gastar parte en amueblar la casa, dispuso doña Luz que le sacase D. Jaime en Madrid su título de marquesa. Lo que nunca había querido cuando soltera lo quiso ahora para que su marido fuese marqués, y ella como que le sellase con su propio título y sello, juzgando que así le haría más suyo.