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Haz que tantas culpas te sean perdonadas, compensando con severa castidad la cadena de pecados que mismo hubiste de forjar y remachar, y que llevas asida al tobillo y a las muñecas.» Y con resolución que arrancaba del tuétano de mis huesos, exclamé: «Así lo haré.» Y lo cumplí. Creo en el espíritu y soy continente: todo el resto es secundario.

El globo estaba erizado de chimeneas; las inmensidades del Océano ofrecían siempre en el horizonte un punto negro y una nubecilla de humo; cascadas y ríos creaban al rodar fuerza y luz; las grandes barreras de piedra que llegan con su cumbre hasta las nubes sentían perforadas sus entrañas por un rosario de hormigas férreas resbalando sobre cintas de acero; en las obscuridades submarinas vibraban como bordones inteligentes los cables conductores del pensamiento; fuerzas misteriosas y hostiles trabajaban esclavizadas para el bienestar común; las antiguas hambres habían desaparecido gracias a las flotas inmensas que surcaban a todas horas el Océano, compensando con el sobrante de unos pueblos la carestía de otros; el hombre, hastiado de su reciente señorío sobre la costra terráquea, se lanzaba en el espacio, aprendiendo a volar.

Aplaudía la gente, gritaban los más entusiastas y nerviosos, rugía la música, y en medio de este estruendo, que iba esparciéndose por ambos lados, desde la puerta de salida hasta la presidencia, avanzaban las cuadrillas con una lentitud solemne, compensando lo corto del paso con el gentil braceo y el movimiento de los cuerpos.

Para Podeley, labrador de madera, cuyo diario podía subir a siete pesos, la vida de obraje no era dura. Hecho a ella, domada su aspiración de estricta justicia en el cubicaje de la madera, compensando las rapiñas rutinarias con ciertos privilegios de buen peón, su nueva etapa comenzó al día siguiente, una vez demarcada su zona de bosque.

Ambos están provistos, ó bien de lado ó por debajo, de contracorrientes que, procedentes del Norte, traen el agua fría, compensando la efusión de agua caliente y constituyendo el equilibrio. A las dos corrientes cálidas, que son saladísimas, administran las corrientes frías una masa de agua más dulce, que vuelve al Ecuador, al gran fogón eléctrico destinado á calentarla, á salarla.

Los abonos no se conocían: se hablaba de ellos con desprecio, como invenciones modernas, contrarias a las buenas tradiciones. El cultivo intensivo de otros pueblos era considerado como un ensueño. Se araba a estilo bíblico; dejábase a la tierra que produjera a su capricho, compensando lo débil de la cosecha con la gran extensión de las propiedades y lo irrisorio del jornal.

La claridad sembraba de variados matices el llano y las montañas, compensando en cierto modo la monotonía del cielo. Sobre el color verde dominante de las praderas resaltaban las grandes manchas negras y rojas de la tierra labrada. Al lado de las blancas rocas calizas se alzaban los grupos de árboles vestidos á medias de hojas amarillas. La tierra traspiraba copiosamente.

Y para asegurarse el auxilio de estas colaboradoras, los gerentes les daban primas sobre lo que hacían gastar a los señores, algunos centenares de marcos al mes, que eran una entrada supletoria para vestidos y sombreros, compensando de este modo el regateo económico de sus familias.