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Convocó ésta al punto el Consejo de Ministros, y dividiéronse las opiniones. Querían unos engarzar en oro el dientecito y guardarlo en el tesoro de la Corona; y proponían otros colocarlo en el centro de una rica joya, y regalarlo á la imagen de la Virgen, patrona del Reino.

Pero ni aun en aquel rasgo de caridad hermosa desmintió la pobre mujer sus hábitos de sisa, y descontó un pico para guardarlo cuidadosamente en su baúl, como base de un nuevo montepío, que era para ella necesidad de su temperamento y placer de su alma. Como se ve, tenía el vicio del descuento, que en cierto modo, por otro lado, era la virtud del ahorro.

Me habló de que por tu mano había recibido un manuscrito de su padre, y prometió enviármelo. ¿Y se lo envió a usted? ; lo he leído ya; por cierto que no qué hacer con él. Creo que eres el más indicado para guardarlo. De manera que llévatelo. Cogí el manuscrito, lo llevé a casa y comencé a leerlo en seguida. LIBRO S

Después de guardarlo con llave en un baúl lleno de cosas viejas, volvió al lado de su marido, que se había quedado absorto, midiendo sin duda con azorado pensamiento la enorme distancia que en su ser había entre los arranques de la voluntad y la ineficacia de su desmayada acción.

Le estoy viendo abrir las gavetas como quien quiere y no quiere, coger el taleguito en que tiene los billetes, ocultándolo para que no lo vieras ; le veo sobar el saquito, guardarlo cuidadosamente; le veo echar la llave... Y el muy cochino se descuelga con una porquería.

Presentación propuso a las otras dos arrojar a D. Paco al mar, y después le quitaron el sombrero para guardarlo en rehenes y privarle de tan útil prenda, si no las llevaba al Congreso Nacional. »Una de ellas tenía una papeleta de tribuna, que sin duda algún galán travieso le dio con el fin que puede suponerse.

Todo lo demás, víveres y ropas, se lo habían llevado el primer día de su llegada para exhibirlo ante el gobierno y guardarlo, finalmente, en los arsenales de la ciudad. Lo primero que procuró fué librar el bote de las amarras puestas por los pigmeos. Lamentaba no tener un simple cortaplumas para terminar más pronto, partiendo los cables que lo tenían sujeto.

Si usted no tuviese inconveniente en ello manifestó D.ª Fredes dirigiéndose al poeta, le rogaría me dejase el manuscrito de esa poesía para guardarlo en mi colección de autógrafos y firmas ilustres. El poeta, confundido por tamaña honra, avanzó tropezando hasta el trono de D.ª Fredesvinda y depositó en sus manos el pliego de papel de barba.

Castro salió al instante del baño. Lo primero que hizo, cuando estuvo envuelto en el capuchón turco con que se secaba, fué coger el revólver y guardarlo bajo llave.

Insinuó la conveniencia de guardarlo por mucho tiempo, hasta saber, gracias á su cultura, los adelantos realizados en el mundo de los hombres monstruosos, y copiar lo que resultase aprovechable, si es que realmente había algo digno de imitación, lo que le parecía algo problemático. Es lástima que este Hombre-Montaña no sea una mujer....