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El último escritor de alguna importancia, que insistió en la conveniencia de imitar los dramas antiguos, fué Jusepe González de Salas, muerto en 1651.

Si hacía examen de corazón, encontraba que en cuestión de amor a su redentor había ganado muy poco; pero el aprecio y estimación eran seguramente mayores, y sobre todo, lo que había crecido y fortalecídose en su pensamiento era la conveniencia de casarse para ocupar un lugar honroso en el mundo.

La lágrima era de agradecimiento. «El Magistral les sacrificaba el nombre y hasta la conveniencia de un amigo, de un gran amigo, de un defensor, de un partidario suyo, de todo un Ronzal el diputado. Bien hacía ella en entregar las llaves del corazón y de la conciencia a tal hombre, a aquel santo, pensaría mejor».

Considerando de la mayor importancia el tener ideas claras y distintas en la presente materia, voy á resumir en pocas palabras la doctrina expuesta sobre la evidencia inmediata y la mediata. A los juicios de esta clase, se los llama con propiedad analíticos, porque basta descomponer el concepto del sujeto para encontrar en él la conveniencia ó repugnancia del predicado.

Además, le revelaré que todos estos hombres forzudos son descendientes de los militares y los personajes masculinos que monopolizaban el poder antes de la Revolución. Ahora viven aparte, formando una casta especial, y, ¿por qué no decirlo?, están sometidos á la esclavitud, y sólo la muerte puede librarles de ella. No lo hacemos por venganza, sino por necesidad y conveniencia.

Dicho esto, D. Pedro celebró mucho con risas su propio chiste, y luego tomó Beña la palabra para sostener la conveniencia de vestir a la antigua. ¿Verdad que era graciosa la manía?

A veces es tal la algazara que mueven, que no se oiría ni el estampido del trueno, puesto que las damas, cuya vivacidad no es refrenada por ninguna consideración ni conveniencia, dicen tales gracias, que hacen reir hasta á las piedras.

Entre cosas tan diferentes como son: la existencia actual del recuerdo, su correspondencia con el acto pasado de ver, y la conveniencia de todo con el edificio visto, él no descubre diferencia alguna. Para este caso no sabe mas que un niño de seis años: «me acuerdo; lo vi; es tal como lo recuerdo aquí toda su ciencia; nada de reflexion, nada de separacion, todo directo y simultáneo.

Y repitiendo a Febrer una vez más la conveniencia de que le guardase como compañero, echó las piernas fuera de la ventana, apoyó su vientre en el alféizar, y se deslizó por el muro. El payés, al entrar en la torre, habló sin ninguna emoción del suceso de la noche anterior, como si fuese un hecho normal que sólo alteraba levemente la monotonía de la vida del campo.

Por otra parte, tengo por seguro que sólo los tontos, los farsantes y las personas sin corazón pueden tener la pretensión de no sacrificar jamás las leyes de la conveniencia social ante un sentimiento sincero y profundo. La vida es un harapo, mi cura, un mísero harapo exclamé sollozando. ¿Hemos llegado a eso, querida hijita? De veras, ¿has llegado ya a tal conclusión? No, no; no es posible.