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Sintió la misma cólera que le había hecho ser brutal fin su entrevista de Barcelona. Le irritó la tenacidad de esta aventurera, que, luego de ejercer una influencia trágica en su vida, deseaba comprometerle de nuevo. Pero un sentimiento de fría compasión le hizo contenerse y hablar con cierta bondad. Si necesitaba dinero para huir, él se lo daría sin regateo alguno.

Contigo no regateo, porque me eres simpático a pesar de tus necedades. Pero no me faltes el domingo a la misa de la casa: aléjate del chiflado de Salvatierra y todos los perdidos que se juntan con él. Y si no haces esto, nos veremos las caras, ¿sabes, Fermín? y yo acabaremos mal.

En otro sitio hubiese adquirido Isidro los mismos muebles a menos precio. Pagaba el parentesco y la vergüenza del regateo. Compraron una camita dorada, una mesa de escribir, otra de comedor, varias sillas y un colchón con almohadas y dos mantas.

Quince ducados, señor. ¡Quince ducados! exclamó Francisco Montiño, metiéndose en un regateo que en aquellas circunstancias era un rasgo determinante del miserabilísimo carácter del cocinero ; ¿pues cuántas gentes han comido y bebido? Dos hidalgos, señor, cuatro criados... Basta... basta dijo el cocinero sacando de una manera nerviosa un bolsillo de los gregüescos ; tomad y adiós.

Y Juanito, que hablaba con cierto entusiasmo de sus tareas, y en menos de veinte palabras mezcló varias veces el debe y el haber, viose interrumpido por su principal, don Antonio Cuadros, que tras media hora de regateo acababa de vender el tapabocas para el chicuelo panzudo. Pero siéntese usted, Manuela... a menos que quiera usted molestarse subiendo al entresuelo. Teresa se alegrará de verla.

Yo estoy heroica y me callo... La de Aimont gime al hablar de la increíble suerte de esta muchacha que ha encontrado el secreto de pescar tan buen partido. La cosa les es más sensible porque el joven de Martimprey exige 20.000 pesos de dote en vez de 10.000, para casarse con Paulina. Es lo último... Los Aimont están furiosos por tal regateo, y es natural.

Todos los meses surgía un astillero nuevo, pero la guerra mundial no encontraba nunca bastantes naves para el transporte de los víveres y los instrumentos de muerte. Sin regateo alguno habían dado á Ferragut el precio de venta que él exigía: mil quinientos francos por tonelada: cuatro millones y medio por el buque.

Total: que el rústico adquiría una bestia sin regateo por el duplo de su valor, habiendo además tomado a préstamo una cantidad con crecido interés. En cada negocio de estos, don Jaime doblaba el capital. Después venían inevitablemente los apuros de la víctima; los intereses amontonándose; las nuevas concesiones, más ruinosas todavía, para amansar a don Jaime y que diese un mes de respiro.

Tanta crítica pesimista, tan porfiado regateo, y en muchos casos negación de las cualidades de nuestros contemporáneos, nos han traído a un estado de temblor y ansiedad continuos; nadie se atreve a dar un paso, por miedo de caerse.

Y para asegurarse el auxilio de estas colaboradoras, los gerentes les daban primas sobre lo que hacían gastar a los señores, algunos centenares de marcos al mes, que eran una entrada supletoria para vestidos y sombreros, compensando de este modo el regateo económico de sus familias.