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Algunos tal vez podrian librarse huyendo al reino de Toledo, y estos dejarian despues las noticias de los parages donde habian quedado ocultas las reliquias y santas imágenes que veneraban. Tambien entonces destruirian los mahometanos muchas basílicas y profanarian otras convirtiéndolas en mezquitas .

¿Acuerda el Senado preguntó que el Hombre-Montaña sea vestido como corresponde á su sexo inferior? Algunos senadores rutinarios que veneraban el reglamento hablaron de votación, pero los más se opusieron, considerando que era inútil cuando todas las opiniones se mostraban unánimes. Y levantando una mano, votaron todos por aclamación la urgencia de quitarle los pantalones al Hombre-Montaña.

No voy a hablar de ella impulsado por la fe poderosa que alentaba a San Pedro Alcántara, a San Francisco de Borja, a San Juan de la Cruz, al venerable Juan de Avila, a Bañes, a Fray Luis de Leon, al Padre Gracian, y a tantas otras lumbreras de la Iglesia y de la sociedad española, en la edad de oro de nuestra monarquía; ni con el candor con que la amaban y veneraban todos aquellos sencillos corazones que ella robó con su palabra y con su trato para dárselos a su Esposo Cristo; sino desde el punto de vista de un hombre de nuestro tiempo; incrédulo tal vez; con otros pensamientos, con otras aspiraciones, y, como ahora se dice, con otros ideales.

Estos castigos extremados apenas alteraban la popularidad de Martínez. ¡Qué general no había hecho otro tanto! En el populacho, medio indio, persistía el alma de sus crueles ascendientes, los cuales veneraban á sus dioses cuanto más sedientos se mostraban de sangre y según el número de víctimas á las que se extraía el corazón en sus altares.

Y a renglón seguido, sin transición ninguna, Currita se enterneció profundamente al pensar en el gozo inmenso que la esperaba en Roma, besando la sandalia del Santísimo Padre Pío IX... ¡Qué figura tan gigantesca la del Pontífice! ¡Qué anciano aquel tan venerable!... Y todas las señoras comenzaron a ponderar su adhesión al santo Pío IX, prontas a sacrificarle vida, hacienda, todo, todo menos el alma, por tenerla ya de antiguo comprometida con el diablo... Carmen Tagle dijo que le había mirado siempre como si fuese su abuelo; la señora de López Moreno añadió muy conmovida que ella le enviaba todos los años una pipa de doce arrobas del riquísimo moscatel de sus soleras jerezanas, y la duquesa, verdaderamente indignada, trajo a la memoria los atropellos a que cinco días antes se habían entregado las turbas, apedreando los faroles de la iluminación con que celebraban los católicos el aniversario del Pontificado del augusto anciano; sólo en el palacio de Medinaceli rompieron veintidós faroles y treinta y siete cristales... ¡Y mientras tanto, los ministros y las autoridades se solazaban en un concierto instrumental celebrado en Palacio!... ¡Qué Gobierno aquel, y qué populacho tan impío y tan asqueroso!... Siquiera ellas veneraban la persona del Pontífice encendiendo faroles en honra suya, y limitábanse tan sólo a apedrear a todas horas la moral divina del Dios a quien aquel representaba.

Acostumbrados, pues, estos bárbaros á sacudir el suave yugo del Evangelio por estar ya enfadados del celo del V. P. Lucas y sus compañeros, fingiendo que sólo habían venido á sus tierras para juntarlos y entregarlos á los Mamalucos del Brasil, los echaron del país y destruyeron la iglesia que habían fabricado, por cuya causa se retiró á los Chiquitos, en el pueblo de San Francisco Xavier, donde hallando el terreno más dispuesto al cultivo de la fe, asistía á aquellos nuevos fieles con increíble celo y amor; y á la verdad, era bien necesario su espíritu y fervor para acudir y socorrer las necesidades de aquella iglesia, afligida no menos de la peste que de la carestía de todo lo necesario, no dando treguas ni de día ni de noche á las fatigas y trabajos que le redujeron con una grave enfermedad al último trance de la vida, con extremo dolor de sus compañeros que le veneraban como á santo, y de los neófitos, que le amaban como á Padre.

Los principales agitadores de las asociaciones obreras, que veneraban al revolucionario, le habían rogado que huyese, temiendo por su vida. Las indicaciones de los poderosos, equivalían a una amenaza de muerte. Acostumbrados los trabajadores a la represión y la violencia, temblaban por Salvatierra. Tal vez le matasen una noche en cualquier calle, sin que la justicia encontrase jamás al autor.

Pep y su mujer seguían creyéndolo el señor; Margalida y su hermano le veneraban como un ser poderoso venido de lejanas tierras, por ser Ibiza el mejor lugar del mundo; pero a pesar de esto, otras preocupaciones parecían reflejarse en sus ojos. La visita de tantos atlots y la modificación que esto había traído a sus costumbres les hacía ser menos solícitos con don Jaime.

Fué no solamente reverenciada de los romanos, pero de los Persas y Macedones, que tuvieron antes el Imperio, y todos conservaron sus inmunidades y derechos, sin que se mudasen jamás mudándose los Imperios: tanto era el respecto con que veneraban los antiguos las cosas que se persuadian que tenian algo de divinidad y religion.

Su tarea casi cotidiana era gastar siete y ocho horas en oir confesiones, porque acudían todo género de personas nobles y plebeyas, que le amaban como padre y veneraban como santo, y él les correspondía con afecto de fina caridad.