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Copia primero la alabanza, escrita en su loor por D. Nicolás Antonio; menciona luego el nuevo arte de hacer comedias, y prosigue de este modo: «Es cosa de ver que el populacho fuese el verdadero y mejor juez de la comedia; y si hubiera de considerarse como mérito del poeta no hacer caso alguno de reglas, y confundir lo más alto y lo más bajo por obtener los aplausos del vulgo, y que no fuese defecto no hacer diferencia alguna entre el zueco y el coturno, ó entre la comedia y la tragedia.

Estos castigos extremados apenas alteraban la popularidad de Martínez. ¡Qué general no había hecho otro tanto! En el populacho, medio indio, persistía el alma de sus crueles ascendientes, los cuales veneraban á sus dioses cuanto más sedientos se mostraban de sangre y según el número de víctimas á las que se extraía el corazón en sus altares.

La doctora maldecía á los italianos pensando en Alemania; yo los maldije pensando en ti, viéndome obligada á seguir á mi amiga, á preparar la fuga en dos horas, por miedo á la indignación del populacho... Mi única satisfacción fué al enterarme de que veníamos á España. La doctora se prometía hacer aquí grandes cosas... Yo pensé que en ningún lugar me era más fácil volver á encontrarte...

Pensando en esto, ella daba vida en su mente a una gallarda utopía, es decir, a la existencia posible de un populacho fino o de una plebe elegante y bien vestida. Pero esto, ¿no era una atrevida excursión al porvenir?

Aspiro a conceder una limosna sin fin a este populacho hambriento, y corro el peligro de ser decapitado como instigador de rebeliones. Vengo a socorrer a un pueblo y la turba amotinada me apedrea.

Las muchachas del populacho se dan con menos facilidad que una señorita habituada al lujo, teniendo por única fortuna el conocimiento del piano, del baile y de unos cuantos idiomas... Entregamos nuestro cuerpo como si cumpliésemos una función material, sin rubor y sin pena. Es un simple negocio. Lo único importante es conservar la antigua vida con todas sus comodidades... no descender.

La palidez, la energía de las facciones del jesuita, sus ropas negras, su valor quizás contuvieron un instante al populacho. Aquella repentina quietud parecía la perplejidad del arrepentimiento. El jesuita dijo con voz sonora y conmovida: ¿qué queréis? Difícil era contestar a esta pregunta con palabras. Los sicarios no sabían bien lo que querían.

El populacho, no obstante, pasado su primer asombro, arremetió contra Miguel de Zuheros y Tiburcio, yendo algunos de los que acometían armados de garrotes y de puñales.

Comprendiendo en su círculo la existencia con todos sus movimientos é impulsos, con la riqueza infinita de sus fenómenos, el conjunto de los resortes de lo presente, y de todo lo pasado inconmensurable, y á la vez teniendo ante lo eterno, y penetrando en lo porvenir, fué el drama español de carácter universal, no exclusivo de ésta ó aquella clase, ni de la de los eruditos ó llamados sabios, ni tampoco del populacho, sino abarcando en su conjunto á la nación entera; y de aquí que simpatizase tanto con el carácter, con las creencias, con las opiniones, con la imaginación, con las costumbres y el gusto nacional, puesto que siendo un producto de todos estos elementos, los creó y reformó luego á su manera.

Era prohibido tocar a los reos; pero el populacho se desquitaba cubriéndoles de escarnios y maldiciones. ¡Ah! ¡ah! ¡mártires del Diablo, ya veréis cómo escuece! ¡Que os echen dos puñados de sal y un tantico de orégano! ¡Que le metan a ésa un cohete por debajo del rabo pa que le conozco su madre cuando la quema! Una mujer gritó desde una ventana: ¡Arrepentíos, desdichados; pensad en los infiernos!