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En vano Piola gritaba levantando sus brazos: ¡Hermanos, no nos baleen, que somos gentes de paz y nos entregamos!... Los que llegaban no querían oir y seguían disparando sus rifles á pesar de las órdenes de Robledo. Cayó herido el camarada de Piola, y éste juzgó oportuno echarse al suelo, buscando refugio detrás de su caballo.

Digo que á mi me tiene satisfecho, Y que á la execucion se venga presto De tan estraño y tan honroso hecho. Pues yo de mi intencion os diré el resto Despues que sea lo que digo hecho. Vamos á ser ministros todos luego De encender el ardiente y rico fuego. Nosotras desde aqui ya comenzamos A dar con voluntad nuestros arreos, Y á la vida las vuestras entregamos Como se han entregado los deseos.

Las muchachas del populacho se dan con menos facilidad que una señorita habituada al lujo, teniendo por única fortuna el conocimiento del piano, del baile y de unos cuantos idiomas... Entregamos nuestro cuerpo como si cumpliésemos una función material, sin rubor y sin pena. Es un simple negocio. Lo único importante es conservar la antigua vida con todas sus comodidades... no descender.

Hechas, pues, las referidas ceremonias, un gitano viejo tomó por la mano a Preciosa, y puesto delante de Andrés, dijo: Esta muchacha, que es la flor y la nata de toda la hermosura de las gitanas que sabemos que viven en España, te la entregamos por esposa, porque la libre y ancha vida nuestra no está sujeta a melindres ni a muchas ceremonias.

La felicidad no es la locura a que nos entregamos durante siete años. Había un dejo amargo en ella que yo percibía hace tiempo, y que no tardarías en percibir.

Si nos hacen prisioneros, seremos colgados; si nos entregamos, también; combatamos, pues, como bravos marineros, y quién sabe si, como dice el proverbio, apretando los talones, salvaremos los calzones. ¡Voto a tal! muchachos, El Gavilán ha echado a pique a un gran buque sardo de tres palos en las costas de Sicilia, después de dos horas de combate; ¿por qué ha de temer a esa corbeta del pabellón azul?

Dimos, principio á la marcha, y á las dos leguas escasas llegamos á la capilla que llaman el Oratorio de Merlo, en el que nos detuvimos. Proseguimos hasta llegar á Buenos Aires con el último rumbo, donde entregamos el presente diario, el 31 de Julio de 1796. PEDRO ANTONIO CERVI

No, la firma no contestó la señora confusa y embrollándose; pero, en fin, yo no entiendo de esto; lo único que puedo decirte es que si mañana no entregamos los treinta mil nacionales, el prestamista, que tiene a Esteven por fiador de Quilito, no por qué, irá a presentar a ese hombre la letra protestada: esta es la situación.

El amor a la gloria venció de nuevo al sórdido interés, y lo entregamos graciosamente a los desvergonzados pilluelos, que se reían de nuestra inexperiencia. Tales sacrificios estaban compensados por ciertos deleites no comprendidos sino de quien los haya experimentado.