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Mis nervios me venden; pero mi voluntad podrá más que mis nervios, y lo que es la voluntad, bien firme la tengo ahora. Que se metan conmigo; que venga todo el género humano a impedirme esta resolución; yo no discutiré, yo no diré una palabra; pero a donde voy, voy, y al que se me ponga por delante, sea quien sea, le piso y sigo mi camino». iii Doña Lupe se quedó que no sabía lo que le pasaba.

No me parece mal que les metan mano á los que por tanto tiempo han tenido engañada á la gente, pero después de esto hay que ajustar la cuenta á los que la roban. Hoy ha sido la batalla de los santirulicos: mañana será la del pan. Ya bajarán del monte los que han producido con su trabajo las riquezas de todos los ladrones de aquí: ya reclamarán su parte.

Y si no me respondes á lo que te pregunto, claro, muy claro... mira: mando que traigan aquí mismo una silla de manos, que te metan en ella, y que te lleven á la Inquisición... ¡A la Inquisición!... exclamó trémulo, acongojado, el cocinero mayor. Y allí, encerrado yo contigo, á quien mandaré poner en el potro, te haré pedazos si no me contestas...

La vieja, recomendándoles que metan ménos bulla, los dexa libres. ¡Con que es vm., dice Candido! ¡con que la veo en Portugal, y no ha sido violada, y no le han pasado de parte á parte las entrañas, como me habia dicho el filósofo Panglós!

Por el cuello le mete la lanza a Héctor, que cae muerto, pidiendo a Aquiles que su cadáver a Troya. Desde los muros han visto la pelea el padre y la madre. Los griegos vienen sobre el muerto, y lo lancean, y lo vuelven con los pies de un lado a otro, y se burlan. Aquiles manda que le agujereen los tobillos, y metan por los agujeros dos tiras de cuero: y se lo lleva en el carro, arrastrando.

Eso no impedirá que te metan unas píldoras de plomo en esa grasa fría que forma tu cuerpo. ¡Qué horror! Por eso debes comprender, hombre linfático, que cuando se encuentra uno en el caso de morir o de matar, no puede uno andarse con tonterías ni con rezos. Las palabras rudas de Martín reanimaron un poco al demandadero. Al subir Bautista al pescante, le dijo Martín: ¿Quieres que guíe yo ahora?

En seguida... si es de día, que le metan en una litera y le lleven á una de mis casas desalquiladas... mi criado Rivera os llevará á ella... Muy bien, señora. Luego... cuando sea de noche y en la misma litera, que le saquen resguardado por cuatro alguaciles á caballo, para Segovia. ¿Cuatro alguaciles no más? ¿y si se escapa? Que sean buenos los cuatro.

Lo que le importa al jornalero es encontrar donde le den jornal, y ser bueno para que los señores le ayuden con la limosna... Y también me da rabia que en todos esos metinges se metan con los curas, y eso que, como sabes, hace un porción de tiempo que yo no voy a misa. Pero ¿qué mal hacen esos pobres señores de la sotana al trabajador?

Yo le enseñé todo lo que sabía en esgrima, que no es poco, y estoy seguro de que no hay dos en la corte que le metan un tajo ó que le alcancen con una estocada.» ¡Ah! ¡ah! murmuró Montiño ; también le gustan á su excelencia los mozos diestros y valientes. Y siguió leyendo: «Hace tres años que Juan volvió definitivamente, terminados sus estudios.

A todo esto respondía el pesimista Pecson, un gordinflon con risa amplia de calavera, hablando de estrañas influencias, de si el Obispo A., el Padre B., el Provincial C. fueron ó no consultados y de si aconsejaron ó no que metiese en la carcel á todos los de la asociacion, noticia que ponía inquieto á Juanito Pelaez quien entonces tartamudeaba: Carambas, no me metan ustedes...