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Ellos dos solos han hecho más víctimas que muchas pasiones calificadas de mortales: conozco sus costumbres homicidas y les tengo miedo... Así continuó hablando en tono semiserio, exponiendo ideas que equivalían a la confesión de errores insanables y haciéndome temer vagamente desanimaciones cuya solidez ya conoce usted. ¿Irás a saber noticias de Julia? le pregunté. , en la antesala.

Los principales agitadores de las asociaciones obreras, que veneraban al revolucionario, le habían rogado que huyese, temiendo por su vida. Las indicaciones de los poderosos, equivalían a una amenaza de muerte. Acostumbrados los trabajadores a la represión y la violencia, temblaban por Salvatierra. Tal vez le matasen una noche en cualquier calle, sin que la justicia encontrase jamás al autor.

Algunas de ellas, que ya se consideraban en edad de matrimonio por haberles apuntado la barba, contestaban á estas miradas con guiños, que equivalían á frases amorosas, evitando el ser vistas por las ceñudas matronas sentadas á su lado. Este espectáculo frívolo, que un día antes habría sido despreciado por Flimnap, le emocionaba ahora con honda sensación de ternura.

Los brazos varoniles escogían con galante zarpazo entre las atlotas agrupadas. «¡!...» Y a este monosílabo seguían el tirón de conquista, los empellones, que equivalían a un título momentáneo de propiedad, todos los extremos de una predilección rudamente ancestral, de una galantería heredada de remotos abuelos en la época obscura en que el palo, la pedrada y la lucha a brazo partido eran la primera declaración de amor.

Era alegre, valiente, aficionado a cuentos y chascarrillos, donde siempre jugaba papel principalísimo algún cura o monja. No pronunciaba bien las erres. Don Jaime Marín, propietario de cuatrocientas fanegas de pan, que con la contribución equivalían a unas seis mil pesetas, sería un gran calavera, un licencioso, un monstruo de corrupción si no tuviese por mujer a doña Brígida.

Azoraba todo esto a Currita, pareciéndole indicio cierto de conjura sospechosa, y al mismo tiempo que procuraba sostener y animar la desmayada conversación de sus comensales, prestaba oído atento a lo que por fuera del comedor pasaba... Sucedía de ordinario los viernes que, aun antes de terminarse la comida, poblaban ya los salones gran número de tertulianos que se apoderaban de las mesas de tresillo y de billar y formaban grupos y corrillos llenos de la alborotada animación, que duraba siempre hasta muy entrada la madrugada... Nada se oía aquella noche, y cada vez más inquieta Currita procuraba alargar la comida, agotando todos los recursos de su ingenio e intercalando entre plato y plato historietas que equivalían a las más picantes salsas, con el fin de dar tiempo a la llegada de la gente y evitar que los comensales recibiesen la mala impresión de encontrar los salones desiertos.

Pero el afán de singularizarse asombrando al vecino tomaba su desquite en los líquidos, y equivalían a títulos de suprema distinción las botellas que figuraban en las mesas: unas, blancas y puntiagudas como agujas góticas, cuyas etiquetas evocaban la imagen del padre Rhin pasando entre castillos y peinando sus barbas de espuma en los puentes medievales; otras, negras, con la cabezota de corcho afirmada en un casco de alambres y de láminas metálicas, llevando sobre los hombros, cual regio toisón, el collar obscuro y las letras de oro de su champañesco origen.

Cinco filósofos célebres, con las hojas algo ajadas, valían tanto como un novelista mediano acabado de cortar; tres poetas famosos equivalían a un tratado sociológico de segunda mano, en el que hallaba Maltrana una tosca recopilación de cosas harto conocidas.

Los falconetes ó versos fijos en la borda que equivalían á las piezas actuales de tiro rápido, eran de hierro batido, como las lombardas; se fabricaban de la misma manera, diferenciándose en el calibre menor; en que lanzaban proyectiles formados con dado de hierro revestido de plomo y en que no teniendo cureña, pues giraban verticalmente sobre muñones y horizontalmente sobre horquilla acabada en pinzote, tenían en la parte posterior un bastidor ó marco para afianzar con cuña el servidor, y una rabera con que lo manejaba el lombardero.

Para las navegaciones largas á Berbería y Oriente estaban los guarapos, xalandros, buscios, nizardos, bajeles y cocas. La cabida de estos buques se marcaba por salmas, botas y cántaros, que equivalían á las modernas toneladas. La coca era el navío de línea para los grandes combates y los cargamentos importantes.