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Y aunque me quisiese, sería de otro modo que como querían las mujeres que Vd. cita para mi ejemplar escarmiento. Una señora, bien educada y honesta, en nuestros días, no es tan inflamable y desaforada como esas matronas de que están llenas las historias antiguas. El pasaje que aduce Vd. de San Juan Crisóstomo es digno del mayor respeto; pero no es del todo apropiado a las circunstancias.

Vaya usted a saber... Ante todo, esa muchacha es medio loca: ya se habrá usted dado cuenta. Luego, la contrariedad de no verse buscada, su orgullo sublevado al notar que no conseguía su atención. A usted lo consideran buen mozo las matronas más austeras, y lo que es mejor aún, figura como el más «distinguido» entre los hombres serios de a bordo. Tiene también su poquito de leyenda misteriosa.

No se le sentía cuando profería suavemente alguna frase galante que conmovía y ruborizaba a las doncellitas o hacía soltar alegres carcajadas a las matronas. Placíanle, sobre todo, los apartes, las conferencias íntimas. A pesar de los años, sus ojos, a la vez desvergonzados y respetuosos, dulces y chispeantes, fascinaban a las damas.

Por medio de unas parientas, matronas muy distinguidas y muy dadas a la caridad pública, hace que la señora del terrateniente sea incluída en la comisión directiva de una tradicional institución de beneficencia. Con esto la excelente señora alcanza también aquella figuración correspondiente a su edad, a su posición y a sus gustos.

Ahora, las buenas señoras continuó Isidro , quieren que una noche el abate un concierto de piano, sólo para ellas... Ya han desistido de oírle una conferencia que estaba en proyecto. «El Cyrano de Rostand y el idealismo cristiano...» ¿Qué le parece el tema? ¿Se ríe usted?... Por algo lo alaban las buenas matronas, diciendo que es un cura moderno de lo más moderno.

Eran de la señora de Goycochea y otras nobles matronas de una majestad paquidérmica. «¡PobrecitosCreyó ver en ellos gañanes tendidos, con los remos abiertos, respirando jadeantes después de la dura labor; cargadores en mangas de camisa que se limpiaban, renegando, la humedad de la frente luego de haber llevado un piano a cuestas.

que no hay nada más impropio en el mundo que llorar sobre el pecho de un cura, que mi tío, Juno y todas las matronas de la tierra se habrían cubierto la faz ante tan escandaloso espectáculo; pero mi ingreso en la escuela de la compostura databa de muy poco tiempo para hacerme perder la espontaneidad de mi naturaleza.

Los desprecios y los bufidos resbalan sobre su persona sin molestarla. Habló Isidro de la indignación de las matronas, que consideraban como un tormento viajar con sus hijas teniendo que sufrir la compañía de Nélida.

Las señoritas y las matronas no se lo perdonaban, pero el lindo mulato, sin importársele mucho de las críticas que le hacían por todos los centros del salón, tomó de la cintura a su linda compañera y acometió un scottish de paso doble que en aquel momento comenzaban a rascarlo cuatro violines de la orquesta y un figle solitario y pifión que se quejaba entre los labios de un viejo músico panzón y dormido, representante de la música de viento.

Algunas mamás, severas y malhumoradas, encontraban atrevida la expresión de sus ojos. Otras matronas, cuya barba empezaba á poblarse de canas, quedaban pensativas y melancólicas á la vista de estos hermosos guerreros, que parecían despertar sus recuerdos.