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Actualizado: 25 de junio de 2025


Ocultábame casi tras unos tapices que separaban el salón de una salita, y desde allí sorprendí la conversación de dos respetables matronas, cuyas simpatías me había conquistado. Reina está muy guapa esta noche, y como siempre, es la reina del baile. Sin embargo, Blanca de Pavol es más linda. , pero es menos atrayente.

Verde-obscuras y hondas como la mar, eran las pupilas de sus ojos; su brillo como el del sol; y la sonrisa de su fresca boca, como presentimiento del Paraíso. Según el rito, la novia debía acabar de adornarse en el pandal, en presencia de todos, y las cuatro matronas casadas procedieron a hacerlo. De diamantes y perlas eran las joyas con que la adornaron.

Siguió el paso gracioso de las tapadas de negro manto, que le hicieron recordar á su tío el médico. En las noches de remolienda apartaba su vista muchas veces de los beldades morenas y jóvenes que danzaban la zamacueca en medio del salón. Le interesaban las matronas envueltas en velos de luto que hacían sonar el piano y el arpa, acompañando la danza con cánticos suspirantes.

Nadie aludió al trascendental acontecimiento, ni se atrevió a decir la menor chanza que pudiese poner colorada a la novia; pero al despedirse los convidados, algunos caballeros recalcaron maliciosamente las buenas noches, mientras matronas y doncellas, besando con estrépito a la desposada, le chillaban al oído: «Adiós, señora.... Ya eres señora, ya no es posible llamarte señorita...», celebrando tan trivial observación con afectadas risas, y mirando a Nucha como para aprendérsela de memoria.

Hace activa vida social: viste con elegancia; usa atavíos de colores discretos; conversa con soltura y cierta abundancia, que se le pegó, sin duda, del malogrado orador; y pasa, en fin, entre las niñas, por otra más experimentada, gozando entre las matronas de aquella tierna simpatía que merecen siempre los infortunios prematuros. Resumen de todo lo dicho: es muy simpática la viuda de Esquilón.

Todos los que hasta entonces habían permanecido indiferentes ante unos hombres faltos de significación, rompieron de pronto a gritar, se agitaron lo mismo que una turba que invade una escena. «¡Maltrana! ¡Que salga MaltranaLas nobles matronas volvían a él sus ojos desde las alturas y agitaban las manos para que obedeciese sus deseos.

Algunas que aún no habían salido de la primera juventud y llevaban poco tiempo de matrimonio, paseaban casi todo el día del brazo del esposo con aires de tiple enamorada, inclinando la cabeza sobre el hombro de él, como si la cubierta fuese el jardín de «Fausto». Por dignidad de clase, gozosas de jugar un rato a «señora mayor», distinguiéndose de las solteras, permanecían entre las respetables matronas; pero de pronto sentíanse agitadas por un hormigueo irresistible.

Y asoman lágrimas de emoción a los ojos de las matronas románticas, que se saben de memoria los versos de Flor de un día y hacen soñar a estas pálidas burguesitas que van a los cafés las noches de domingo y en cuyas vidas pobres y monótonas el encanto de la música pone una dulce hora sentimental.

Varias señoras de las más encopetadas pasaron ante él sin volver la cabeza, desconociéndolo al verle en tan mala compañía. «Estas matronas tan dignas pensó él me van a tomar ojeriza si me encuentran mucho aquí. Huyamos; hay que conservar las buenas relacionesJunto a la puerta del café detuvo a Manzanares. Es inútil su empeño le dijo . Pierde usted el tiempo.

Con este estruendo y aquel vocerío, antes que acabara de sorprenderme de la ocurrencia, ya estaba en el encachado soportal y enfrente de , una mujer de mediana edad, buenas carnes y sano color, y con el modesto atavío casero que ordinariamente usan a diario las matronas pudientes de aquella comarca.

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